lunes, 29 de septiembre de 2008

miércoles, 24 de septiembre de 2008

"El segundo trabajo de Buchi?"

Como el sueldo en "Abogados D" no es el mejor, nuestro DT ("Buchi") se consiguió otro laburito. Al ser sorprendido en horas de trabajo, el Técnico declaró: "La paga es buena pero siempre hay uno que otro perro desubicado....".

"Hobbits entre los D?"


martes, 23 de septiembre de 2008

"La columna de Kaya"

Marchando, Una de Piratas ...
In memoriam J.C.
A mis cinco lectores.
(Advetencia: es más largo que los anteriores, y en algunos puntos flaquea, el que avisa no es traidor. Yo personalmente lo leería mientras suena “Selvagem?” el long-play, completo, de Os Paralamas do Sucesso)
El perseguidor.
“Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra”. Esos son los tres primeros renglones del cuento “El otro cielo” de Julio Cortázar. Esos tres renglones son para quienes en la brevedad pueden encontrar significados. Tonto Robin Hood, me los robo y se los regalo, allí ha de haber algo de arte. Los hechos verídicos, inverosímiles e insignificantes que se relatarán a continuación, aclaro, NO SON ARTE.Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y yo cedía terreno aceptando sin resistencia el camino que me llevaba en un incansable zapping de actividades sin razón. Esa tarde, de la que quiero empezar a contarles, estaba abombado; mis pensamientos iban de una cosa a la otra, seguramente como consecuencia de la mezcla casi letal de la altura, el cansancio, el jarabe dudoso que bebía y la charla empobrecedora que sostenía con el Cholo, que desde el otro lado de la mesa, en una bruma, me decía: “¿Hermano de qué palomas me hablas? ¿Tú estás bien? No era una palomas, era un tipo gordos, con peinado a la gominas y acarmelados”; “¿Dónde?”, pregunté. “Se fue en un suspiro”, suspiró el Cholo.
Había llegado a Vallegrande, Bolivia, invitado por mi amigo el astrofísico del altiplano el Dr. Newton Einstenio Mana Yachanichu, más conocido como el Cholo. En el marco del congreso bienal “Ciencia y Fútbol” se celebraría en el Club Atlético Traición y Canonización Juniors una conferencia que llevaba el curioso título “¿Qué la pelota no dobla? ¡¡¡ESTA!!!”. El Cholo pensaba que ese tema entraba en la órbita de mis intereses y me envió gentilmente una invitación con los pasajes de tren, bus, vicuña e instrucciones para hacer dedo en trayectos inhóspitos. El Cholo pensaba mal, el tema no me interesaba, pero como considero que la amabilidad debe ser correspondida dije que sí y aproveché el viaje para dejar en las afueras de la ciudad una florcita silvestre traída del futuro y cuyo lugar apropiado en estos tiempos era ese en donde finalmente la deposité.
Los congresistas llegaban de todas partes del mundo desde hacía 15 días y, hasta que no llegara el último invitado a la conferencia que inauguraría el Congreso, no había mucho que hacer. Para matar el tiempo, aunque el tiempo no exista y por esa simple razón no pueda ser matado, y eso lo sabía muy bien Newton Einstenio, fatigábamos las horas en el bar “El Mirador”. Esa tarde, la tarde en que quiero que comience esta historia, tomaba una Fanta cuyo vencimiento había expirado hacía meses, y un sánguche de pollo que consistía en una alita con sus huesos medio cocinada, incluso con algunos cabos de plumas, entremedio de dos panes; lo riesgoso del brebaje vencido era compensado con el gusto dulzón como de Cirulaxia que me remitía a mis años de infancia, y lo soportaba por el hecho de que la bebida opcional era una chicha artesanal elaborada por el hermano del Cholo, quien (yo ya sabía) había cumplido una larga campaña como futbolista semi-amateur jugando para los Guanacos de Uyuni. En medio de mi aturdimiento, y si es que un aturdimiento puede tener una estructura en la cual especificar su punto medio, una paloma mensajera gorda como un gato de angora se posó en el respaldar de una de las sillas vacías de nuestra mesa, le balbuceé algo que no recuerdo, me miró a los ojos y me dijo: “Nada pibe, soy la Paloma de la Paz Bolivia, traigo un mensaje para vos”, y con su piquito sacó un papel que traía enrollado en su anillo colombófilo, lo depositó sobre el cenicero y remontó vuelo hacia el infinito y más allá. La incorporación en mi cerebro de una paloma mensajera me conectó cinematográficamente a Marlon Brando en “Nido de ratas” y a Forest Whitaker en “Hagakure”, y claro al puerto y a un barco en una azotea, flor de premonición, supe que había de partir de Bolivia. Lo miré al Cholo y le pregunté: “¿Viste lo que hizo esa paloma”, y bué, ya saben … : “¿Hermano de qué palomas me hablas? ¿Tú estás bien? No era una palomas, era un tipo gordos, con peinado a la gominas y acarmelados”; “¿Dónde?”, pregunté. “Se fue en un suspiro”, suspiró el Cholo, “Che Cholo, ¿no dijo ni chau?”, “Niet, solo dijos: “Sé fiel hasta la muerte. Apocalipsis, 2,10”.
Cuando desperté en la posada de Don René Villegas, un sobre descansaba sobre mi pecho, en su interior: dinero, pasajes y un papelito diminuto que tuve que leer con la lupa de mi Vitorinox, recitando la escueta instrucción: “Investigar resultado inédito en un partido de fútbol Aveiro vs. Fordlandia. Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos”. El Cholo y la conferencia deberían esperar para dentro de 2 años en la próxima bienal. Otra vez on the road … entre el humo y el olor a papel quemado salí persiguiendo el absoluto por el absurdo …
Lugar llamado Kindberg. 24 hs. en Fordlandia.
Deshilvanar el periplo que desarrollé hasta llegar a Fordlandia, (margen del río Tapajós, estado de Pará, Brasil) sería motivo para una novela de viaje, les ahorraré el tormento. Solo diré que estuve en Forlandia-Aveiro 24 hs., que si las 4 ó 5 sombras con las que pude charlar no eran fantasmas y decían la verdad, en el partido de fútbol que se jugó para dirimir que nombre le quedaría al páramo como definitivo, ambos equipos perdieron por el resultado de 2-0. Increíble. Muchas veces en un estadio había deseado que los dos equipos perdiesen, me acuerdo de una final del Nacional del 78 River-Independiente, la del 2002 Alemania-Brasil, el partido Contadores C -Universitarios; pero ya sabemos que ese resultado es imposible, bué, era. Porque en la convicción de los espectrales testigos y algunos que dijeron ser protagonistas (una vieja sin dientes manifestó haber jugado de carrilero por la derecha para Aveiro; un guacamayo hablador aseguró haber sido el centre-half de Fordlandia), ambos equipos habían perdido la disputa.Ja, pero muchachos, esto recién empieza. La noche me condujo al muelle a esperar el barco que me llevara a Santarem, una niebla densa impedía ver más allá de mis narices, o sea a unos 30 cm., solo se escuchaban los bufidos de unos peixe-bois que, según me comentó una hormiga de unos 7 cm. de largo que pasaba por ahí, era un presagio de mala fortuna. Llegó el barco y subí.
La nave de los locos.
“Nada excita más nuestra repugnancia que el canibalismo; nada destruye con tanta seguridad una sociedad; nada, podríamos argüir, endurece y degrada tanto el espíritu de quienes lo practican”. Así comienza un relato de viaje escrito en 1888 por Robert Louis Stevenson. Qué tiene que ver con lo que a continuación relataré, probablemente nada, pero posiblemente algo.
Embarqué en el “Malcolm Rocamadour” como pasajero. Durante 10 días fui mucho más que eso. Fui rehén, tripulante, prisionero, estibador, cronista, condenado e indultado, seducido; al fin abandonado. En fin, una vez que subí erróneamente no me permitieron bajar, me comunicaron que quedaba a disposición del capitán por haber abordado sin permiso.
“¿Narrar o describir?” se pregunta un científico de la lengua, haré lo que pueda. Cualquier intento de dar una semblanza exacta de la realidad de los personajes que constituían la tripulación de la nave sería inerte, como querer contar aquel pase-gol de Michael Laudrup en el Mundial ´98, o aquel otro de Riquelme contra Racing ya no me acuerdo cuando.
La nave era un típico barco amazónico como el que “Fitzcarraldo” hizo cruzar sobre una colina en plena selva, con algunas características especiales, nada de bergantín, ni diez cañones por banda, ni mucho menos medio plano de un botín.
Los tripulantes gustaban de definirse como piratas, y algo de cierto había; casi todos eran unos parias, desterrados, marginales, o simplemente una suerte de escoria multinacional que vivían del saqueo y el contrabando en el particular mundo del río. La mayoría de los detalles de sus vidas los escuché de boca del afgano Omar Persio Nou-Jan Simbmanos, que era una especie de desocupado del (b)arco, sus manos y sus pies estaban casi inservibles a causa del congelamiento que sufrió en un naufragio cercano a las Faroe Islands, decían que no servía para ningún puesto, entonces andaba deambulando al pedo por las diferentes cubiertas. Me acerqué a él pensando que nos unía una coincidencia religiosa porque escuche que lo nombraban como el “Bañero de Marley”; luego me enteré que el Marley al que se referían era una jirafa argentina, coqueta y hedonista y no el dios de las antillas.
Los Premios.
Lo primero que Omar me hizo notar fue del “muro” que se erigía dividiendo la proa del resto del barco, lo que sucedía en la parte delantera era un misterio, un área vedada a casi todos a excepción del capitán que era un anciano inglés que decía llamarse Sir Charles Shepherd, y que vivía añorando sus días en un transatlántico high life, del que dicen fue expulsado por viejo, testarudo e incompetente. A la proa solo lo acompañaba su ayudante el gallego Leite Comigordas, que se caracterizaba por una insensibilidad alarmante, incluso al diámetro de las cinturas de las mujeres y su fealdad, y que repetía en voz muy baja una especie de oración que rezaba “corneta … entucasa … corneta … comuanoche … corneta”. El otro marinero que había osado traspasar el muro hacia la proa, quedó sumido en una locura desesperada desde que vio lo que allí había, yacía ahora en una jaula colgada en el mástil de popa, lo alimentaban con pescado crudo en el que disimulaban una pastilla tranquilizadora, solo lo soltaban en el momento de la batalla, era el tasmanio Hasper O. Maddogg.
Las versiones de lo que había en el castillo de proa iban desde una cabeza nuclear soviética, hasta la lámpara de Aladino, pasando por las manos de Perón, un extraterrestre embalsamado, Elvis Aaron Presley aún vivo, los juegos de camisetas afanados a Abogados D en el Nacional de Córdoba, una fortuna en lecops y patacones, la versión original del cuadro de Courbet “El origen del mundo”; y al fin, la romántica hipótesis de que ahí dilataban su vejez en un camarote en suite fastuoso los colombianos Fermina Daza y Florentino Ariza. Esta última versión estaba sustentada en que la bandera izada era la amarilla indicativa de “cólera a bordo”. Los desmitificadores decían, realistas y categóricos, que la única cólera a bordo era la de Hasper, y que sería ridículo enarbolar la bandera negra con dos tibias y peronés o fémures y calavera anche cúbito dorsal para que todo el mundo estuviera avispado de la naturaleza de la embarcación.
El centro del muro divisorio era dominado por tres gigantografías atravesadas por una banda que decía “betrayers”, debajo de las horribles caras de los antiguos integrantes de la tripulación lucían sus nombres para el escarnio diario de los fieles, eran: el irlandés Popeye Mooner, el polaco Ernest Konrad “Angry Great Captain” y el italo-americano Peter Poncharello. Los dos primeros marinos, cansados de la vida de carencias y sinsabores, habían abandonado el “Malcolm Rocamadour” para unirse al “Nuovo Andrea Doria”, una fragata de primera categoría; y el Peter se retiró a gastar sus días como azafato en el “Crucero do Amor – Aposentados”.
Bestiario.
El batallón de retaguardia estaba formado por los mellizos hispano-lusitanos Longo y Largo, quienes habían nacido uno a cada lado de la frontera en el taxi en marcha que llevaba a su madre de Elvas (Portugal) a Badájoz (España); ambos padecían una dolencia congénita resultado de un accidente en el vientre materno; al parecer Longo le habría propinado a su gemelo Largo un rodillazo en la cabeza, lo que causó que este gozara de una dudosa cordura y el otro rengueara desde su nacimiento sin prisa pero sin pausa. También militaban en este sector el teutón, veterano de la batalla del Olímpico de Roma, Herr Kameraden Jürgen “Zwölf Bier” Klisman, quien lejos de tener una pata de palo, tenía las dos patas de palo. Completaban la zaga, el genovés “Pinocchio” Condorelli (¿por qué le dirían “Pinocchio”?) y el corzo Marcel Pallazzo que lucía el típico parche en el ojo, a veces en el ojo izquierdo, otras en el derecho, y un garfio reemplazando una de sus manos que era la envidia del afgano Omar.
En la avant-garde se destacaban (qué caprichosa la significación de esa imagen acústica) el artillero maorí Demian Wet-Powder Ninvunvol, y el angoleño Luciano XXL Salazar, al parecer estos potentes atacantes eran capaces de desequilibrar el barco enemigo al momento de abordarlo ellos solos.
En la sala de máquinas el alquimista holandés Vitov Van der Boichuken y su ayudante el magnate argento-taiwanés Julio Maltín Luthel Kuin Balelo cumpliendo un post-grado en piratería en el exterior. A este par técnico no los vi en toda mi estadía en la embarcación, solo escuché algún murmullo cuando ingresaban al “porâo” los bidones de combustible destilado y las veteranas del elenco de visitadoras del barco de Pantaleón.
La escueta y desprovista cantina era atendida por el camboyano Hó-La-Choi y su joven aprendiz tupí-nambá que había sido capturado en un saqueo junto con su perro y respondía al nombre de Venanciu Penaiu; al feroz animal (el canino) siguiendo su origen tribal amazónico lo apelaron como “Ucaciqui”, era un típico perro callejero que no dejaba de hacer cagadas y mostraba los dientes cuando se lo reprendía. La cocina estaba a cargo del gourmet franco-argelino Michel Rondpuant Argel. Hacía las veces de grumete Vadinho Falçao, un gamín recogido en la ciudad de Tabatinga.
Un marinero que había sido reclutado por su frondosa hoja de vida y pronunciado prontuario deambulaba por el barco decepcionando a sus camaradas en cada tarea que emprendía, era el nicaragüense Mauro “Bluff” Bengalí Serogol, oriundo como lo decía su seudónimo de la pequeña isla que sirve de puerto exterior a la ciudad de Bluefields (¿o sería por otra cosa?).
Completaban los recursos humanos del navío, tres marines desertores de la U.S.Navy, el peruano-australiano Inti Iyi-Money, el guyano Art Duró des Jambes, y el albino camerunés Serge Seryó-Ó. Si bien estos tres provenían del cuerpo de elite de la flota pirata más grande del sistema solar, se les estaba haciendo pagar el derecho de piso, haciéndoselo fregar de sol a sol y por las noches obligándolos a vestirse de bailarinas hawainas al ritmo de la batuta de “Bluff”, esto cuando el barco de Pantaleón y sus visitadoras tardaba en aparecer.
Anteúltimamente (?), en el puesto del vigía a 12 m. de altura sobre la cubierta superior vivía el anacoreta pernambucano Joâo Paulo Fernandes Flashi de Coelho, que no estaba ahí para cumplir función alguna, ni castigado, sencillamente odiaba a todo el planeta, empezando por su pueblo natal, su país y al público en general, y no ahorraba saliva en vapulear a toda la tripulación.
Finalmente, una mención especial para los dos plumíferos que mascoteaban (?) el ambiente, el infaltable lorito que hablaba en francés conocido como Petit Pouchí, que se gastaba el día gritando órdenes de a bordo en general y de batalla en particular, y a las que nadie obviamente daba la menor importancia. El otro plumífero tenía toda la apariencia de ser un ave trepadora, quizás también un loro, que vestía una capa y un antifaz, y que se opinaba había pertenecido al paraguayo José (In)Félix Chilavert, ya que la única frase que sabía decir era “Yo soy el mejor”; para diferenciarlo del perruche français lo llamaban Loroman.
Me cansé. Si llegaron hasta acá los felicito.
Circe. Sábados de Super-Acción (Bonus track para aburridos)
Para evitar que me escapara (no sé donde podría haber huido en un río plagado de pirañas, cocodrilos, mosquitos del tamaño de gorriones, remolinos, corrientes fluviales, contrabandistas y si llegabas a la orilla: jaguares o reducidores de cabeza), decía, para evitar que me escapara … en la noche me estaqueaban en la cubierta superior de cara a las estrellas, es decir pasaba la noche boca arriba. Contemplar la vía láctea en esas noches sin lunas fue un premio que no esperaba recibir en mi vida, sentí que era uno con el universo y que en el vaivén de la navegación el mundo respiraba en mi mismo registro. Ese esplendor de los sentidos fue interrumpido en tres noches consecutivas por la aparición subrepticia de una princesa amazónica con un cuerpo moreno acojonante y que lucía por todo vestuario una brillante y tenue capa de sudor que sabía a miel y un blue velvet al sur de su ombligo que ocultaba apenas ese obscuro objeto del deseo del gen XY; la belleza de su rostro abochornaba al arte clásico, su torso se empinaba en dos colinas puntiagudas de una perfección perturbadora, sus glúteos rememoraban al bíblico fruto de la perdición. Esas tres noches experimenté lo que debió sentir Clint Eastwood atado a una silla en el film “The Rookie” cuando Sonia Braga se lo montaba lujuriosa y vengativa. Incapaz de defender el oprobio de la vejación de que era víctima mi carne y mi espíritu, me dejé llevar entre el néctar de sus muslos y gocé como un animal ajeno a toda ética. Fueron tres noches de sexo desenfrenado, no había amor en esos movimientos, ni en aquellos sonidos del placer, ni en los aromas de los trillos de la entrega. La última noche supe que la princesa de la oscuridad solo quería saciar un instinto animal, lo supe por las únicos fonemas de emitió que fueron palabras, antes de irse de mi vista para siempre me espetó: “O Arthur Antunes Coimbra foi melhor que O Diegote”. Inconcebible, que un objeto tan bello en el plano de las tres dimensiones careciera del mínimo criterio en el ejercicio del pensamiento, me devolvió al mundo real. Y jamás llegué a saber su nombre, el nombre de la rosa.
(Esas 5 últimas palabras me brindarán 100 años de perdón, y quien sabe si de soledad. Reflexionando en esa dirección, ¿no les parece increíble que el copión de Umberto Eco, se llame justamente “ECO”? Semiótico diría él, semiológico digo yo. Un tipo que se gana la vida hablando de los signos, lleva en su nombre un cartel que nos indica que lo que nos dice no es más que cosas que se les han ocurrido a otros, y que el viene a repetirlas como un eco –bué, esa frase tiene muchos “ques”, horrible-; cuando el engaño se detiene, cuando el afano se descubre, es simplemente patético. ¿Qué condena llevaré yo por robar lo que otros han escrito antes?)
Alguien que anda por ahí.
Ya habíamos dejado atrás el codo en el que se unen el Tapajós y el Amazonas, el “Malcolm Rocamadour” se balanceaba ahora entre dos inmensidades, el anchísimo río marrón y la esfera celeste. Pensé: qué extraño que en las formas de las nubes se puedan presagiar destinos tan disímiles según el prisma con que se las mire.
La clepsidra no tenía descanso, las jornadas se sucedían sin mayores novedades, el mundo del río puede ser también un pequeño y monótono mundo cuando uno pasa ahí las 25 horas del día. La tripulación era como una gran familia italiana, se peleaban, discutían, se disparaban, luego se abrazaban, lloraban juntos, se reían, se contaban historias mil veces oídas, se emborrachaban y a veces también se emborrachaban, mmmmm … ah, ya dije eso. Las noches pasaban sin mayores sobresaltos, leía el “Ulises” de Joyce, luego, atado, inventaba en el espacio exterior una fiesta de figuras mitológicas, al fin me dormía hasta el amanecer.
El quinto día se me acercó el Cap. Shepherd con Petit Pouchí parado en el hombro y con su voz de Bee Gees me dijo que me necesitaban para la próxima acción; me negué diciendo que yo era un amateur, que ni loco entrenaría ni haría ejercicios de simulacro bélico; me dijo que no eran necesarios, que estaría exento de cumplirlos, que lo único que me pedía era que me parara en el medio del campo de batalla y que luego de la contienda relatara los hechos para que el mundo supiera de ellos y lo que realmente hacían, Petít Pouchí repetía en francés todo lo que el capitán me hablaba en anglosajón antiguo, la verdad un bicho inteligente che.Mis pensamientos naufragaban en un mar de dudas (ja), ¿qué haría en el medio de un ataque de piratas?, lo único que me tranquilizaba era la sensación de que los tripulantes de ese barco tampoco tenían mucha idea; recordé lo que mi tía Águeda Ritadottir no se cansaba de repetir “mal de muchos, consuelo de tontos”, y este sin dudas era un Vandergraffiano “Ship of fools”. Necesitaba urgente ayuda divina, no había un puto disco de Bob Marley, las pilas de mi walk-man extenuaban su carga en el epileidi del marinero Bengalí, y para colmo Leite por orden del capitán ponía en el fonógrafo por quicuagésima vez el tema “Dormi na praça” cantado por Bruno e Marrone para acalmar a Hasper. Mais, tout à coup, apenas ingresamos en los “estreitos” unas canoas salieron al paso del “Malcolm Rocamadour”, iban ocupadas por unos pibes que lanzando unas sogas que se enganchaban a la baranda de la popa inventaban un puente por el que subían a ofrecer sus mercaderías: camarôes, sangue de boto, djavan, açai, luz do sol, zum de besouro, um imâ, branca é a tez da manhâ, minas antipersonales belgas, dagas persas. En un quítame esas pajas, las sonrisas de los marineros se transformaron en carcajadas de descaro mirando a un gordito luchar contra la ley de gravedad en su ascenso por el puente sogal (?). El gordo agitado lo consiguió, pero … pero … qué grande sos! “¡Don Obón!”, “Shhhhhhh, pibe … No seas boludo, acá me llaman Pixote”, “¿Qué carajo hace acá viejo?”, “Vendo açaí”, logró desconcertarme el ángel guardián de Barracas. “Pensé que venía a darme una mano”, el imprescriptible viejo alzando intermitentemente las cejas me respondió: “Y claro, ¿no conocés las propiedades energizantes del açaí? Te hago precio, ¿qué mejor ayuda que esa?”, “Viejo no joda, qué estoy metido en un kilombo”, “Te dije en Vallegrande, pero vos estabas alucinado con Fanta. … Che pibe, tenés el melón duro, eh? No es que yo venga a ayudarte, yo fluyo, soy alguien que nada por ahí, es mi laburo, estoy para restituir los agujeros en el espacio-tiempo … ¡Ja! No te asustés pibe, eso se lo escuché decir a un pelado en una peli que ví en el Electric de Lavalle”, “Menos mal que se apersonó, estos tipos no le dan bola a nadie, ya estaba por hacerlo aparecer como Campanita”, “Pibe, no te hagás el vivo, que con esa cara te van a vender acciones para la Ciudad Deportiva de Boca”, “¿Qué?... La puta que lo parió, ya compré”, “No aprendés más, sos un naipe, decí que te queda algo de corazón, sino … Bué, basta, tomá el açaí”, “Ya se va?”, “Sip, me las pico. ¡Abrí los radares!, cuando llegue el momento no te olvides del bicharraco rosa con cara de mexicano”, “¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde?”; saltó por la borda de babor y se fue nadando con unos manatíes parientes lejanos del maorí Ninvunvol.
El ídolo de las Cícladas. Las guerras médicas.
El séptimo día de mi periplo-cautiverio amaneció espléndido, ninguna nube que “leer” excepto en la mirada de algunos acagatados (?) rostros, sería una tarde ideal para la práctica de la piratería. A las 10 de la mañana sintonizaron en una vieja radio a bujías, en frecuencia pirata claro, el programa “As Armas Secretas” conducido por Zé Auvaritu, demoramos un café con ron y bombas de caranguejo hasta pasado el mediodía; me tocó el honor de compartir la mesa del Capitán, quien en un breve discurso (con una voz de falsete Abba ´79) que obviamente Petit Pouchí que almorzaba abrazado a Condorelli repetía en un perfecto francés, me nombró como el “Trovador de Empresas y Tribulaciones del Malcolm Rocamadour en su viaje por el Trópico” y entonces me animé a cantar “What a Wonderful World”, por suerte no solo el galego Leite Comigordas carecía de sensibilidad, sino que muchos otros ignoraban lo que se define socialmente como buen gusto y aplaudieron entusiasmados mi interpretación; creo que el zogaca precompetitivo ya hacía mella en algunos ánimos. Mientras Sir Charles le meaba el bote salvavidas a Demian Wet Powder, Petit Pouchi daba la formación inicial de ataque y develaba contra quien sería la acción, los gritos agudos del ave se perdían en el horizonte inescuchados (?). Atacaríamos a una nave sanitaria, el botín pretendido era: medicamentos, comida, alcohol, combustible, una médica sueca y la mayor cantidad de enfermeras posibles, y me olvidaba, la gloria.
Desde el momento que Joâo Paulo gritó desde el carajo “enemigo a la vista”, se arrió la bandera amarilla y se izó la Skeletor (la blanqui-negra tradicional). No puedo contar aquí exhaustivamente los fragores de la lucha, los copy-rights pertenecen a la O.N.G. “Salvemos al Malcolm Rocamadour”, solo lanzaré unos apuntes apurados:
-Al Capitán y al artillero no se los vio en toda la batalla.
-En un ataque rápido el marinero Bengalí logró penetrar las defensas médicas que, aunque casi pierde una pierna, permitieron que Luciano XXL fusilara un costado del barco enemigo.
-Con disparos de artillería de lejano alcance nos estaban cascando el flanco derecho de nuestra defensa, hasta que lograron emparejar la contienda.
-El viento, árbitro natural en este tipo de enfrentamientos, soplaba a favor de los médicos, y lograba inclinar el campo de batalla en nuestra contra.
-Hasper se pasó de vueltas, la pastilla estaba perdiendo efecto.
-Promediando el combate, Hasper y Hó-La-Choi, a pesar de declarar estar enteros, son enviados a la sala de máquinas a charlar con el magnate taiwanés y el holandés.
-Clonando la táctica rival el camerunés Seryó-Ó y Leite logran desequilibrar el enfrentamiento.
-Leite en un lance que va más allá de su destreza, alarga la diferencia. No sabe como exteriorizar su satisfacción.
-El corzo del parche en el ojo dice estar encandilado por el sol que estaba a su espalda (¿se le encandiló el culo?), y no puede evitar un grave daño en nuestra defensa.
-La batalla está a punto de terminar, el entrometido Loroman queriendo enderezar un entuerto se complica, yo me duermo abrazado a un palo, y la derrota moral nubla el cielo como una bandada de langostas.
-En agonía, el Bluff se acuerda para que lo habían traído y en un ataque casi kamikaze, sentencia el resultado.-Botín casi inmejorable, festejos, todos lucharon bien.
-Al mejor estilo CNN en la guerra del golfo modelo ´91, diré que no resultaron bajas en ninguno de los contrincantes.
-Una semana de tregua.
Axolotl.
El botín fue rápidamente repartido, lograron conseguir casi todo lo que se propusieron, excepto la doctora sueca y las enfermeras, en el apuro de saquear el botiquín los encargados de capturar el personal femenino, Pinocchio Condorelli y el Bengalí, dijeron haberse “distraído” en ese segmento de interés, bué no comment. Aún así, la gran cantidad de alcohol etílico y las pastillas para el tasmanio compensaron la “distracción” de los marineros negligentes.
En la nave propia pocas pérdidas, dentro de las que se contaba, por suerte, el disco de Bruno e Marrone.
Yo por mi parte en medio del saqueo me escondí bajo la túnica una pecera con un extraño espécimen, rara mezcla entre un batracio y un pez, rosado y con cara de mexicano.
La euforia del triunfo empezó a nublar el entendimiento, rápidamente el ambiente se torno dionisíaco y la confusión crecía al son de carcajadas endemoniadas, gritos de “Dale campeón”, cánticos atávicos, órdenes contradictorias, designios de grandeza que se recitaban en diferentes lenguas; en fin, un contexto que auguraba una noche de desmesura. Con todas mis fuerzas resistí la embriaguez del entusiasmo y recordando el enigma lanzado por el inasible viejo Obón empecé a observar al bicho que permanecía inmóvil en su burbuja de vidrio. Sin dudas era un ajolote (Āxōlōtl, Ambystoma mexicanum) su mirada sin párpados entabló un duelo con la mía y mi conciencia entró en un cono espiral que terminó en un momentáneo desmayo, cuando recobré el sentido mi punto de vista era de una extrañeza que jamás antes había experimentado, quise llevarme las manos a la cabeza y no pude, mis manos ya no eran otra cosa que unas pequeñas garras de anfibio, miré desesperado alrededor y al ver mi “cáscara” de homo sapiens sapiens desparramada a mi lado comprendí lo que había sucedido. Lo primero que sentí fue horror, lo segundo fue un horror más grande. Cuando mi complejo neuronal se acomodó a la realidad inexorable, y la ausencia de párpados o manos que me impidieran observar lo que estaba sucediendo se me hizo evidente, comprendí que ser un axolotl podría ser el salvoconducto que me mantuviera con vida. Vi mi cuerpo de hombre ser sacudido como una bolsa, oí como me llamaban “étranger” y como me acusaban de poner en riesgo el éxito de la batalla por quedarme dormido abrazado a un palo, escuché espantado como aullaban órdenes de lanzarme a la gran fogata que habían encendido sobre la misma cubierta y que iluminaba los rostros desencajados de los filibusteros. Por suerte el envoltorio inerte que era mi cuerpo no los sedujo y una aflautada vocecilla ordenó que lo ataran al palo mayor “para que sea el testigo privilegiado” del banquete que se sucedería.
Final del juego.
El festejo duró 2 días. Contar lo que presencié desde mi anatomía de anfibio sería degradar la especie humana a la altura de la repugnancia. Daré una idea aproximada acotando, enigmático, que en mi ensueño me sentí como el “entenado” de Saer ante el deleite y frenesí de los indios colastiné en su banquete ritual. Cuando la somnolencia empezó a disiparse, arrastrándome torpemente me acerqué a mi cuerpo de hombre y con un esfuerzo sobreanfíbico logré devolver mi alma y todo lo demás a mi apolínea anatomía humana justo en el momento que Leite pateaba al ajolote que me había salvado, sino de la muerte, por lo menos de la degradación de mi espíritu, cayendo el animal fuera de borda y siendo comido por un pez volador aún antes de que toque el agua del río.
Los piratas se recobraban lentamente, el aspecto del barco era lamentable, en la jaula elevada de popa se desperezaban el tasmanio, el gemelo de Extremadura y el perro que había sido rebautizado como “Travacique”, en el aro del loro francés se confundían en una masa informe cual dos palomas torcazas el mismísimo Petit Pouchí y el genovés, apoyados al barril de ron se amontonaban Longo, Omar y Jürgen asemejándose a un monstruo de 3 cabezas, claro que con una sola pierna útil. A un grito delicadísimo del Cap la tripulación se reunió desordenadamente en la cubierta superior. Solo faltaba el grumete. Según afirmaron algunos marineros, Vadinho se había subido a la jangada del conquistador Lope de Aguirre (“La ira de Dios”) con destino a la búsqueda de la mítica ciudad perdida de El Dorado; yo sabía que eso no era cierto.
Quedaba aún un pequeño episodio en la travesía. El “Malcolm Rocamadour” giró a babor, se adentró en uno de los canales del delta del coloso potamos, y fue al encuentro de una barca indígena adornada de flores. De la proa descendió una figura totalmente cubierta con una manta blanca, a través del lienzo pude adivinar de quien se trataba y saber que lo que recordaba como una alucinación morfea había sucedido realmente, la balsa se retiró hacia la playa con su divina carga, desde unas canoas subían unas sospechosas cajas de madera. Sir Charles volvió de la proa se dirigió hacia mí fríamente: “Game over”, en eco escuché “Final du jeu”, “Fucking parrot” musité, “Siempre me sacan cuando menos quiero irme, qué manera de abusar de la “regra três”, el capitán agregó: “Shut up animal, safaste por un pelo, ahora te toca hacernos conocer al mundo, te vamos a estar vigilando”. Sorprendido advertí que, en lugar de arrojarme a los cocodrilos, esperaba una balsa que me depositó en la orilla opuesta. La tripulación ignoró mi partida olímpicamente, salvo Joâo Paulo que me puteaba desde las alturas mandándome “à tonga da mironga do kabuleté”. Lo último que vi fue a un grupo de piratas que siguiendo la voz de mando de Bengalí Serogol ensayaban unos pasos de ballet al son de “In the Navy” de Village People.
Adiós, Robinson.
Me permitieron quedarme con mi mochila plumita y algunos objetos sin interés para ellos, por supuesto que el “Ulises” de Joyce era uno de esos objetos, y otro era mi sistema de GPS que me permitió saber que había estaba “renaciendo” a las afueras de Belém, una caprichosa casualidad.
Se preguntarán ustedes, de la misma forma que me lo pregunto yo en este momento, ¿qué tiene que ver todo esto que conté con el fútbol? Les respondo y me respondo: no lo sé. Había salido de mi casa para asistir a una inofensiva conferencia en Vallegrande, luego tuve que investigar escuetamente sobre un resultado absurdo en Fordlandia, al fin terminé relatando hechos ajenos al interés de la agrupación que me patrocina y de los lectores de esta columna. Pero … pero … digo “pero”, me gusta pensar que como el fútbol, todas las actividades que desarrolla el hombre en alguna medida pueden ser miradas como una metáfora de la totalidad de la experiencia de estar vivo; entonces, les dejo esos más de tres renglones como aporte al pensamiento inútil de relacionar cualquier cosa con el todo, sabiendo que ese todo no es la simple suma de las partes.
Escribo esto en un bar del “puerto madero” de Belém. Ya me olvidé que fui un “Robinson” hace menos de 3 días. Mientras escucho “Titties & Beer” de Frank Zappa el azar (¿el azar?) quiere que una moza con una sonrisa de Mona Lisa y típico fenotipo brasileño deje una “Antártica” estúpidamente gelada sobre mi mesita, quién sabe lo que pueda pasar; por lo pronto mañana juegan Boca-Paysandú el partido de vuelta de la Copa Libertadores 2003 (guardo la invitación en el bolsillo secreto de mi boxer Kevingston verde con tréboles de cuatro hojas blancos, la suerte tiene que estar conmigo); ya todos los genios del periodismo deportivo dan por descontada la eliminación de Boca, pero digo otra vez ¿quién sabe lo que pueda pasar? Esto es fútbol, está todo por escribirse. Yo por lo pronto, trataré de ser fiel hasta la muerte, y luego … que sea el Armageddon.
***
Kaya Rastaman

lunes, 15 de septiembre de 2008

viernes, 12 de septiembre de 2008

"Tanque de Gas?"

Un excelente jugador como el "Tanque" Damián dispone de muchos medios para derrotar a los rivales.

"Fernando and Friends"

A mis amigos del D les dejo una foto de mi último Día del Amigo y les recuerdo que siempre la amistad y la buena onda deben prevalecer ante todo, es lo que hace grande a este equipo chico.
Un abrazo.

FERNANDO MÁXIMO PESETERO

martes, 9 de septiembre de 2008

viernes, 5 de septiembre de 2008

"Arde el libro de pases!!!"


OFICIALMENTE LOS D LE DAN LA BIENVENIDA A LAS NUEVAS INCORPORACIONES:
INTI, ARTURITO, SERGIO Y MARCELO, SE SACARÁN FOTOS FIRMANDO SUS RESPECTIVOS CONTRATOS Y LUEGO PASARAN AL CAMPO DE JUEGO PARA HACER JUEGUITOS ANTE LA MIRADA DE LA PRENSA Y AFICIÓN.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

"Flamante incorporación D"

Luego de arduas negocaciones para llegar a la firma de un contrato millonario, se suma a las filas de Abogados D el excelente arquero Marcelo PALACIO.
Los D te dan la bienvenida y te desean el mejor de los exitos.

"La columna de Kaya"

Fútbol Sci Fi
Para mi amigo Julio “El Flecha” Robledo.

(Sería adecuado leer lo que sigue mientras se escucha el poema sinfónico “Así habló Zaratustra” de Richard Strauss de “Odisea 2001”; o la música que compuso Vangelis para el film “Blade Runner”. Yo personalmente lo leería con Them belly full (But We hungry” en la versiones sucesivas en vivo de Bob Marley y la de Gilberto Gil)


El ruido de un trueno.

Alguien me tocó suavemente el hombro. “¿Bière? ¿Cocá? ¿De l´eau?” “Non, merci”. Me había quedado dormido contra un poste de iluminación del Hipódromo, en el Bois de Boulogne, 16º Arrondissement, París. Era el día Jasmin del mes Prairial año XCIX de la Revolución. En el escenario el grupo “No me pises que llevo chanclas” culminaba su actuación como soporte del show que daría en algún momento de la noche “Mano Negra”, en el marco de los recitales organizados en ocasión de la “Fête de la Musique”. Traté de desempañar mis pupilas que habían estado 97 horas 34 minutos 12 segundos trabajando sin parar (eso quiere decir que estuve mucho sin dormir). Debían ser las siete de la tarde, el cielo era un perfecto cuadro de Magritte, por eso me sorprendió el ruido de un trueno, un trueno que casi nadie de las 10.000 almas que ahí estábamos pareció escuchar; me afirmé a la realidad, y mirando un grupo de botellas vacías, marrones, gorditas y petisas en que envasaban esas cervezas dulzonas típicamente francesas, me acordé de las chicas que atendían la verdulería de la esquina de Combate de los Pozos y Alsina. “Pero, … qué ruido más raro”, pensé, “3 ó 4 nubes magrits no pueden tronar”. De repente, era como para creer en fantasmas, el cuerpo de un hombre robusto enfundado en un traje plateado, cuyo rostro aún no se definía totalmente, se estaba materializando ante mis ojos. Volví a mirar las botellas, el cielo azul y blanco con vivos grises, sí, estaba despierto. En un grito ahogado exclamé “¡Juan Salvo!”, y una voz detrás de una sonrisa gardeliana espetó: “Má que Juan Salvo, pibe. ¿Te tomás dos tragos, te anclás en París, y ya ni a los amigos conocés?”; y yo “¿Don Obón?”, “Y claro, no iba a ser ese pesimista del Eternauta”. Y cuando estaba por preguntarle qué carajo hacía en París apareciéndose a lo “Star Trek”, y mientras le tocaba el traje para saber si “eso” era el viejo Obón flesh and blood, me dijo:”Chito, falta nomás que preguntés que mierda hago acá, pts. Y no me manosees pibe que me manchás el jetra y después la patrona me rompe las bolas lo que duran 3 siglos saturnianos”. “Tomá, esto es para vos, me tengo que ir”. Me dio un sobre de papel madera gigante y pesado, y antes de partir me preguntó: “¿Y? ¿Cómo salimos contra Ñuls?”, yo: “Perdimos a penales”, él “La puta que lo parió. Che pibe, decime si esas botellas no se parecen a las gorditas que atienden la verdulería de la esquina de Combate de los Pozos y Alsina, ¡ja!”. Luego le gritó a una chica: “¡Colorada! ¡Tenés un culo para ponerlo en un cuadro!” y se fue desvaneciendo con movimientos de cha-cha-chá ante la mirada incrédula de la pelirroja, mi mirada autista y esquivando unas latas de cerveza arrojadas por un guardabosques infaltable.
Había llegado a Europa enviado por el movimiento “Rebel Football” para investigar como podía ser posible que se realizara una competencia como la Eurocopa 1992 estando “El mejor de todos los tiempos” suspendido por combatir su propia tristeza para poder así hacer olvidar la de miles de millones de humanos en el planeta. ¿Sería posible el fútbol? No, no lo fue. Solo una convención de negocios, cuyos resultados deportivos se pueden consultar hasta en una enciclopedia inmunda como la Wikipedia. Por supuesto que previendo el previsible fútbol comercial que suspendió la magia, no fui un carajo a Suecia y me quedé de pachanga en París, malversando los fondos del movimiento y mi juventud, haciendo los informes a fuerza de los videos que me grababa Mozouri, el sereno marroquí del Hotel Palais de Fêz, con quien mirábamos los partidos entrada ya la madrugada entre los vapores del alcohol, música reggae, putas melancólicas y otras yerbas.
Pero bué, en mi mochila “Plumita” descansaba mi “zahir”, un sobre de papel madera que lucía la leyenda “ABRIR EL 31 DE AGOSTO DEL AÑO 2008”. Ahora al recordar aquellos episodios y mientras estoy escribiendo esta columna en mi palapa de Montego Bay, me pude ver a mí mismo recibiendo el zahir de manos del mensajero, (…“Los nazis iban vestidos de gris … y tu de azul …”), yo iba vestido de zapatillas Adidas Trecking (cuando nadie sabía que mierda era el trecking, en mi barrio dirían hacerse el Daktari deportivo), unos jeans Wrangler Montana y mi camiseta de la Unión Soviética luciendo la siempre enigmática sigla “CCCP”, y es justo en este momento en que recuerdo ese modelo nevado de las tres tiras, en que escucho a Chavela Vargas que desde los parlantes casi cantándome al oído me dice “Cu Currú Cucú Paloma”, el azar (¿el azar?) es el ordenador más sensual que existe en el universo.
Hoy es 1º de Septiembre del 2008. Después de todo este cotorrerío para asustar tías y espantar señores formales, espero que algún lector sin bostezo tenga algún interés en conocer que había dentro de aquel sobre de papel madera (marca Caci-K) made by hand without feet en una fábrica sioux.

La Carretera.

El contenido del sobre era realmente inquietante, las hilachas de un diario de viaje de una persona lejos en el tiempo y lejos de cualquier ser humano tal cual los conocemos ahora.
No haré una transcripción directa, eso sería una bofetada ida y vuelta para cualquier trovador heredero de Ómeros. Los recitaré tal cual lo hicieran nuestros antepasados ante las fogatas nocturnas que anticiparan la costumbre actual de juntarse a ver “Bailando por dos mangos” en la tele Sony Bravia LCD 56”.
A la voz de “aura”.
¡Aura!
Septiembre 25, 2055.
Aura, recuerdo el aura que rodeaba a mi abuelo el día que me regaló el libro “La carretera” de Cormac McCarthy, hoy hace exactamente 37 años. Hoy es mi cumpleaños, si es que todavía se cumplen años en este mundo, y si es que esto que nos rodea puede ser llamado mundo. Su dedicatoria decía “Cada acto que realices puede cambiar el mundo; si te atreves a ponerle aunque sea un pedacito de tus sueños a tu vida diaria, lo que cuenta este libro no sucederá hasta dentro de miles de años”. Extraño a mi abuelo, extraño a la humanidad que conocí. Juro que hice todo lo que creía honesto, parece que no alcanzó, ¿será que mis sueños eran muy pequeños? ¿Los “Sueños de fútbol” son insignificantes? Ya no sueño.
Septiembre 28, 2055.
Hoy la carretera es igual que ayer, y que antes de ayer, y que ya no me acuerdo desde cuando es todo gris y cenizas, y palos quemados que alguna vez fueron árboles. Hoy se nos unió un viejo, bueno ya todos somos viejos, hasta los pocos niños. Tiene algo raro, se ríe, hacía siglos que no veía a alguien reír, hacía siglos que no veía a nadie con todos los dientes, ya no me acordaba que los dientes eran de color blanco. Había olvidado el color blanco. Al viejo lo apodamos “Obón”, porque a algunos le recordaba no sé que personaje de una tira cómica de un diario. A mi me hacía pensar en un cantor de tangos del que nunca supe bien el nombre pero que gastaba los oídos de mi abuelo a través de su vetusto MP9. Otros decían que era Tom Bombadil. El viejo sabe encontrar comida. Desde la llegada del viejo, el manco Orcus ya no teme por su otro brazo, esa ausencia está marcada por las hordas de caníbales, esos animales a destajo.
Octubre 1, 2055.
Mientras cavábamos en la base de un árbol buscando raíces, encontramos un cofre lleno de objetos, la mayoría indescifrables.
El Viejo lo llama el “tesoro”, nosotros no vemos nada útil ni comestible excepto la suela de una especie de calzado (se lee “Piff” sobre una de sus 16 tiras grises que pudieron ser blancas alguna vez), y que según uno de los más ancianos dice que le recuerda al sabor tutti fruti de una goma que mascaba en su infancia; la locura en estos tiempos es uno de los caminos más seguros.
Octubre 5, 2055.
Lo que el viejo llama tesoro consiste en: una masa informe pastosa que debieron ser muchos objetos que el tiempo ha borrado (caminito), el calzado impar, un tubo de un material duro que tiene grabada la frase “Juanma, este caño es para vos. Sebas”, un pequeño cilindro de plástico transparente con una pasta roja incomible que tiene una etiqueta en la que borrosamente se lee “Este baton rouge pertenece a Pablo de las Mercedes Narigueta”, las tapas de lo que debió ser un libro titulado “Ocho más. Precalentamiento a gas con María Amuchástegui”, y el objeto preferido del viejo Obón, un escrito que parece ser una carta y que no he podido leer, ya que no deja que nadie arrime su nariz a ese pedazo de papel.
Octubre 7, 2055.
Estamos aproximadamente a una legua de Higueras y a dos de Pucará, eso según Don Obón. El viejo me lleva aparte y me dice que tiene que partir, que se tiene que llevar parte del tesoro y mi diario. Al principio me niego, imagino que como muchos otros antes lo insinuaron, quiere comerse los objetos de papel que saben tan bien. Pero, me miró directamente a los ojos, ya había olvidado que podía mirarse de esa manera, y me dijo: “Nejimaki (ese es mi nombre), ya no necesitarás nada de esto; antes de que pasen tres días con sus noches desde mi partida, todos estos años de ceniza serán para vos como una pesadilla del futuro”, lo último que me dijo será seguramente la última anotación de este diario del absurdo: “Cada acto que realices puede cambiar el mundo si te atreves a ponerle un pedacito de tus sueños; cuando estés entre la ceniza bastará que sepas esa sola cosa. Ya el Chino no se convertirá en una carga cuando tengas que caminar de noche”. Y empezó a desaparecer suavecito, como todo había desaparecido en el pequeño mundo que conocí. Desde mis ojos empezaron a rodar unas gotas de material líquido, que ya no recuerdo ni como se llaman, pero que me abrazan el pecho de tal manera que ya no siento frio, ni miedo, ni hambre. Escribo esto con un nudo en la garganta. Y el viejo estira su mano difusa y se lleva m…..

La carta.

Esto decía el tesoro:
30 de Agosto de 2008.
Amada Margueritte Gautier:
Te escribo como siempre, en secreto, hace una media hora que terminó el último partido del campeonato. Me siento en este tronco alejado para que nadie empañe el recuerdo que tengo de la suavidad de tus manos, de tu aliento a caramelo sugus de manzana, de tu mirada que pareciendo de una eterna preocupación no es más que una incipiente miopía, de tu olor a pata que te hacen inconfundible aún en las noches más cerradas. Te escribo, como siempre, para contarte de mi tarde de eterno sufrimiento, porque el fútbol es eso: sufrimiento, el fútbol debe doler, es sangre, sudor y lágrimas. Tengo que escribirte, porque sos mi cable a tierra, sos el único motivo que me hace soportar la mofa de mis jugadores, sus sarcasmos sobre mis “anotaciones” sobre el partido, que no son más que estas afiebradas cartas de amor que me hacen sentir vivo nuevamente. Ya me gustaría a mí calzarme la casaca Nº 29 y arar el andarivel izquierdo tal cual lo hacía Silvio Marzolini, bueno unos 40 cm. más abajo.
Mi amor, hoy es un día de satisfacción. Salimos terceros ex aequo, logramos superar los 30 puntos de mi objetivo, digo de nuestro objetivo, cuando digo nuestro no quiero decir “tuyo y mío”, sino el de mis jugadores y mío. El objetivo nuestro (“el tuyo y el mío”) es casarnos y amarnos hasta la eternidad en la casa que nos regalen tus padres y viviendo de tu vocación de empleada del Polit Buró del Superior Gobierno Central, bueno ese en realidad “mi” objetivo. Pero te decía amor de mi vida, love of my life, que hoy es un día de satisfacción, hoy podemos decir “tarea cumplida”. Mi mano dura, mi corazón recto, mi mente obtusa y mi apendicitis aguda, me han transformado en el gran estratega que hoy puede mirar a sus piezas de ajedrez a los ojos y decirles “Muchachos esto es para Ustedes, hay recursos humanos”.
Reina mía, princesita de mi corazón, presidenta del consejo de ministros de mi alma, secretaría de actas de mis pensamientos, compañera comandante en jefe de las calenturas de mi anatomía, señoras y señores, amigos y enemigos presentes, y ausentes: No fue un lecho de rosas el camino hacia el tercer puesto, ex aequo, no fue fácil no, ¡Yo no zoy fázil capella, no zoy fázil!. Primero hubo que echar a los troncos, luego a los indisciplinados, después a los desentrenados y desprecalentados, por último a los rebeldes; y eso, mi amor, que algunos eran todo eso al mismo tiempo. Luego las incorporaciones internacionales cubrieron las lagunas del plantel diezmado ante la nueva premisa “Solo ganar existe”. Llegaron desde Mozambique el multifuncional Miguelinho Preto Ratao e Personagem que aún superando sus problemas de cleptomanía nos solucionó varios huecos en mi dibujo táctico “robando” muchas pelotas en el mediocampo; y el fundamental aporte de la Dra. escocesa Alison “La Musaraña” Mini McRabbit que fue un ejemplo de entrenamiento, elongación y estiramiento, y que a pesar de sus terribles problemas de comunicación y su atómica dificultad para entender el idioma castellano supo enredar a los equipos contrarios en su propia confusión (la de ella).
No quiero dar nombres mi pupurruchita, sería injusto, pero hoy todos festejan, es decir los 4 que se quedaron a recibir la copa del tercer puesto, ex aequo, brindando con Sprite Light, y el padre de Miguelinho Ratao a quien me hicieron invitarlo (pagarle) una Coca de 2250 cm3.
El fútbol da revanchas mi amor, y la venganza es un plato que se come frío. En una mesa alejada y oscura veo a los fracasados marginales que tuvieron que irse del grupo de Abogados D, los “Devils” como nos gusta llamarnos. Te decía luz de mis ojos, escarbandientes de mi lechuga rebelde interdental, que veo ese grupo en harapos que se hace llamar “Twelve Monkeys”, y a los que todos llamamos “Twelve Dogs” o smplemente “dogos”, porque son unos perros que pregonan principios ridículos como que ganar no importa o que se puede jugar con arito y pelo largo y con las medias bajas y que se pierden en absurdos festejos tercertiempistas. La escoria del fútbol, en fin, unos amateurs que nunca conocerán el éxito.
Mi amor, mi peineta española barroca, kohinor de mis lágrimas hemorroidales, ya tengo que dejarte, esta carta nunca la leerás, formará parte de una ofrenda a la gente del futuro, cada quien colocará algún objeto personal en un cofre para que sea abierto en el año 2058; bueno mi princesa, como solo quedamos tres, tuvimos que mandar a Miguelinho Ratao Preto e Personagem a “conseguir” algunos objetos para el cofre. En ese minuto, y aprovechando mi soledad, se me acercó arteramente uno de los vagabundos que anda profetizando con los dogos, uno con cara de estampita de Jerusalem Año 0, me tomó del hombro y en una especie de trance, con sus ojos fijos mirando el horizonte a través de mi propios ojos me dijo:
Proverbio árabe: Nada dura más de tres días”.
Más confundido que la Musaraña Escocesa delante de un libro de ortografía, le inquirí “¿Qué decís?”, se dio vuelta extraviado y me dijo “Si quiere tener smogwing tome ginebra Bols”. Se arqueó en una risa loca como la tuya, Margot, mi Margotita, y volvió a su mesa donde adoraban a un gigante sobre de papel madera marrón.
Sentí una punzada en el costado, pensé que era el remordimiento de saber que podía estar en el lado equivocado de esta guerra, porque el fútbol es una guerra mi amor, una guerra de la que solo un ejército sale victorioso, hoy ese ejército victorioso es el nuestro, desfilando por les Champs-Élysées, solo que no sé si en 1942 o en 1945.
Por último mi amor, diéresis de la palabra vergüenza, eñe de la palabra compañía, quería decirte aquí lo que nunca he podido, hablar como un árbol, de mi sombra hacia ti (esto me lo robe de una canción de S. Rodríguez). Quería decirte, mi friso maya en la pirámide de Uxmal, que tu olor a pata es horrible.
“Tu amado Guchy”

El efecto mariposa.

Ese era el contenido del sobre, de mi zahir; ayer fue 31 de Agosto de 2008, ayer estaba sentado en mi hamaca debajo de mi palapa, leía el cuento “El ruido de un trueno” de Ray Bradbury, mientras escuchaba una cinta pirata del músico argento BB Contempomi cantando: "Cuando escapé por los cielos, fui solo a caballo, de mi corazón; la pasión me hizo ciego, igual seguí orientado con mi otra misión” era la primera vez que escuchaba esa canción, tenía preparada una mesita con dos copas, una botella de ron, azúcar, soda, yerba buena, y un sobre marrón, sabía lo que iba a suceder, y claro, sucedió. Yesterday, all my troubles seemed so far away … Suddenly, el ruido de un trueno, pero esta vez no estaba somnoliento, ayer sabía, 16 años de espera, el día señalado había llegado. Apenas el vejo Obón terminó de materializarse me dijo: “Pibe que lorca”, “Y qué quiere viejo sáquese ese traje plateado que hace 16 años que lo lleva puesto”, “Pibe, vos no entendés mucho de esto no? Para mí tus 16 años fue hace 1 mes, nos es fácil andar arreglando el mundo, si querés te lo mando al Eternauta para que te cuente de nevadas mortales, gurbos, manos y ellos”. “¿Abrimos el sobre?”, y el sorprendente viejo Obón “Y claro, no vine a jugarme un beach-volley. Se ve diferente ese sobre, ¿cierto?”, y yo me hice el vivo, o el boludo: “El inexorable paso del tiempo. Me lo fui mandando por correo a mí mismo por todo el mundo, fue difícil la convivencia con ese objeto. La última vez…”, “fue cuando me preguntaste lo del albatros o el cóndor, pibe, yo trabajo de esto” me interrumpió. Rasgó el sobre sin ninguna delicadeza y un olor a flores mustias mezclado con el que deben tener las momias inundó por menos de un segundo el tibio aire caribeño. Lo que había sido el diario de Nejimaki era un cuaderno en blanco y la carta del tesoro cenizas nada más. Yo quería que la tierra me tragase, pero una sonrisa más ancha que las caderas de Nancy iluminó la hora de la siesta, el inigualable viejo Obón moviendo la pera hacia delante preguntó: “¿Cuándo?” en un hilo de voz le dije “El día Mulet del mes Messidor del año XCIX”, “Pibe, no te aguantaste ni una semana”, “9 días. Y 16 años repitiendo lo que espero que un abuelo le enseñe a su nieto. Vamos a necesitar ayuda para cambiar el mundo”. “Pibe, un cuaderno en blanco, la vida se escribe todos los minutos, el futuro se hace hoy”. Las carcajadas inundaron todo el mar más bello del universo, las aves marinas se paraban a mirarnos, los delfines que jugaban al tejo en la playa hacían mortales adelante y atrás y esas boludeces que suelen hacer que a veces nos hacen dudar sobre la verdad de su inteligencia. “Y Usted, Don Obón, cuándo lo supo?”, “Cómo cuándo? Siempre, por qué te crees que te lo dí a vos? Tomá”; “Otro sobre?, ni en pedo”. Sacó de un bolsillo invisible de su traje que ya empezaba a despedir un humo y un tufo sospechoso, una florcita de esas silvestres pequeñitas parecidas a las margaritas, que pueden iluminar la cara de cualquier espíritu amable, “Es del jardín de Nejimaki” y arqueando las cejas “Cosecha 2055”. No sé alguna vez había estado tan contento, y de tan entusiasmado quise saber más de lo que debía. Mi gesto anunció mi pregunta, el misericordioso viejo Obón obviamente la adivinó, parpadeo largo largo, cuando volvió a abrir sus ojos, me pareció que una bandada de cuervos sobre el trigal cruzó su mirada, como en el cuadro de Van Gogh, y muy cariñosamente me dijo: “Pibe, ¿es qué vos querés vivir mil años?” Y ya no paramos de reirnos hasta la noche, y el mundo se reía con nosotros, y las estrellas, y el sol despertando a oriente, y estoy seguro que todos los Nejimakis de la Tierra se reían también.
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Kaya Rastaman

lunes, 1 de septiembre de 2008