miércoles, 3 de septiembre de 2008

"Flamante incorporación D"

Luego de arduas negocaciones para llegar a la firma de un contrato millonario, se suma a las filas de Abogados D el excelente arquero Marcelo PALACIO.
Los D te dan la bienvenida y te desean el mejor de los exitos.

"La columna de Kaya"

Fútbol Sci Fi
Para mi amigo Julio “El Flecha” Robledo.

(Sería adecuado leer lo que sigue mientras se escucha el poema sinfónico “Así habló Zaratustra” de Richard Strauss de “Odisea 2001”; o la música que compuso Vangelis para el film “Blade Runner”. Yo personalmente lo leería con Them belly full (But We hungry” en la versiones sucesivas en vivo de Bob Marley y la de Gilberto Gil)


El ruido de un trueno.

Alguien me tocó suavemente el hombro. “¿Bière? ¿Cocá? ¿De l´eau?” “Non, merci”. Me había quedado dormido contra un poste de iluminación del Hipódromo, en el Bois de Boulogne, 16º Arrondissement, París. Era el día Jasmin del mes Prairial año XCIX de la Revolución. En el escenario el grupo “No me pises que llevo chanclas” culminaba su actuación como soporte del show que daría en algún momento de la noche “Mano Negra”, en el marco de los recitales organizados en ocasión de la “Fête de la Musique”. Traté de desempañar mis pupilas que habían estado 97 horas 34 minutos 12 segundos trabajando sin parar (eso quiere decir que estuve mucho sin dormir). Debían ser las siete de la tarde, el cielo era un perfecto cuadro de Magritte, por eso me sorprendió el ruido de un trueno, un trueno que casi nadie de las 10.000 almas que ahí estábamos pareció escuchar; me afirmé a la realidad, y mirando un grupo de botellas vacías, marrones, gorditas y petisas en que envasaban esas cervezas dulzonas típicamente francesas, me acordé de las chicas que atendían la verdulería de la esquina de Combate de los Pozos y Alsina. “Pero, … qué ruido más raro”, pensé, “3 ó 4 nubes magrits no pueden tronar”. De repente, era como para creer en fantasmas, el cuerpo de un hombre robusto enfundado en un traje plateado, cuyo rostro aún no se definía totalmente, se estaba materializando ante mis ojos. Volví a mirar las botellas, el cielo azul y blanco con vivos grises, sí, estaba despierto. En un grito ahogado exclamé “¡Juan Salvo!”, y una voz detrás de una sonrisa gardeliana espetó: “Má que Juan Salvo, pibe. ¿Te tomás dos tragos, te anclás en París, y ya ni a los amigos conocés?”; y yo “¿Don Obón?”, “Y claro, no iba a ser ese pesimista del Eternauta”. Y cuando estaba por preguntarle qué carajo hacía en París apareciéndose a lo “Star Trek”, y mientras le tocaba el traje para saber si “eso” era el viejo Obón flesh and blood, me dijo:”Chito, falta nomás que preguntés que mierda hago acá, pts. Y no me manosees pibe que me manchás el jetra y después la patrona me rompe las bolas lo que duran 3 siglos saturnianos”. “Tomá, esto es para vos, me tengo que ir”. Me dio un sobre de papel madera gigante y pesado, y antes de partir me preguntó: “¿Y? ¿Cómo salimos contra Ñuls?”, yo: “Perdimos a penales”, él “La puta que lo parió. Che pibe, decime si esas botellas no se parecen a las gorditas que atienden la verdulería de la esquina de Combate de los Pozos y Alsina, ¡ja!”. Luego le gritó a una chica: “¡Colorada! ¡Tenés un culo para ponerlo en un cuadro!” y se fue desvaneciendo con movimientos de cha-cha-chá ante la mirada incrédula de la pelirroja, mi mirada autista y esquivando unas latas de cerveza arrojadas por un guardabosques infaltable.
Había llegado a Europa enviado por el movimiento “Rebel Football” para investigar como podía ser posible que se realizara una competencia como la Eurocopa 1992 estando “El mejor de todos los tiempos” suspendido por combatir su propia tristeza para poder así hacer olvidar la de miles de millones de humanos en el planeta. ¿Sería posible el fútbol? No, no lo fue. Solo una convención de negocios, cuyos resultados deportivos se pueden consultar hasta en una enciclopedia inmunda como la Wikipedia. Por supuesto que previendo el previsible fútbol comercial que suspendió la magia, no fui un carajo a Suecia y me quedé de pachanga en París, malversando los fondos del movimiento y mi juventud, haciendo los informes a fuerza de los videos que me grababa Mozouri, el sereno marroquí del Hotel Palais de Fêz, con quien mirábamos los partidos entrada ya la madrugada entre los vapores del alcohol, música reggae, putas melancólicas y otras yerbas.
Pero bué, en mi mochila “Plumita” descansaba mi “zahir”, un sobre de papel madera que lucía la leyenda “ABRIR EL 31 DE AGOSTO DEL AÑO 2008”. Ahora al recordar aquellos episodios y mientras estoy escribiendo esta columna en mi palapa de Montego Bay, me pude ver a mí mismo recibiendo el zahir de manos del mensajero, (…“Los nazis iban vestidos de gris … y tu de azul …”), yo iba vestido de zapatillas Adidas Trecking (cuando nadie sabía que mierda era el trecking, en mi barrio dirían hacerse el Daktari deportivo), unos jeans Wrangler Montana y mi camiseta de la Unión Soviética luciendo la siempre enigmática sigla “CCCP”, y es justo en este momento en que recuerdo ese modelo nevado de las tres tiras, en que escucho a Chavela Vargas que desde los parlantes casi cantándome al oído me dice “Cu Currú Cucú Paloma”, el azar (¿el azar?) es el ordenador más sensual que existe en el universo.
Hoy es 1º de Septiembre del 2008. Después de todo este cotorrerío para asustar tías y espantar señores formales, espero que algún lector sin bostezo tenga algún interés en conocer que había dentro de aquel sobre de papel madera (marca Caci-K) made by hand without feet en una fábrica sioux.

La Carretera.

El contenido del sobre era realmente inquietante, las hilachas de un diario de viaje de una persona lejos en el tiempo y lejos de cualquier ser humano tal cual los conocemos ahora.
No haré una transcripción directa, eso sería una bofetada ida y vuelta para cualquier trovador heredero de Ómeros. Los recitaré tal cual lo hicieran nuestros antepasados ante las fogatas nocturnas que anticiparan la costumbre actual de juntarse a ver “Bailando por dos mangos” en la tele Sony Bravia LCD 56”.
A la voz de “aura”.
¡Aura!
Septiembre 25, 2055.
Aura, recuerdo el aura que rodeaba a mi abuelo el día que me regaló el libro “La carretera” de Cormac McCarthy, hoy hace exactamente 37 años. Hoy es mi cumpleaños, si es que todavía se cumplen años en este mundo, y si es que esto que nos rodea puede ser llamado mundo. Su dedicatoria decía “Cada acto que realices puede cambiar el mundo; si te atreves a ponerle aunque sea un pedacito de tus sueños a tu vida diaria, lo que cuenta este libro no sucederá hasta dentro de miles de años”. Extraño a mi abuelo, extraño a la humanidad que conocí. Juro que hice todo lo que creía honesto, parece que no alcanzó, ¿será que mis sueños eran muy pequeños? ¿Los “Sueños de fútbol” son insignificantes? Ya no sueño.
Septiembre 28, 2055.
Hoy la carretera es igual que ayer, y que antes de ayer, y que ya no me acuerdo desde cuando es todo gris y cenizas, y palos quemados que alguna vez fueron árboles. Hoy se nos unió un viejo, bueno ya todos somos viejos, hasta los pocos niños. Tiene algo raro, se ríe, hacía siglos que no veía a alguien reír, hacía siglos que no veía a nadie con todos los dientes, ya no me acordaba que los dientes eran de color blanco. Había olvidado el color blanco. Al viejo lo apodamos “Obón”, porque a algunos le recordaba no sé que personaje de una tira cómica de un diario. A mi me hacía pensar en un cantor de tangos del que nunca supe bien el nombre pero que gastaba los oídos de mi abuelo a través de su vetusto MP9. Otros decían que era Tom Bombadil. El viejo sabe encontrar comida. Desde la llegada del viejo, el manco Orcus ya no teme por su otro brazo, esa ausencia está marcada por las hordas de caníbales, esos animales a destajo.
Octubre 1, 2055.
Mientras cavábamos en la base de un árbol buscando raíces, encontramos un cofre lleno de objetos, la mayoría indescifrables.
El Viejo lo llama el “tesoro”, nosotros no vemos nada útil ni comestible excepto la suela de una especie de calzado (se lee “Piff” sobre una de sus 16 tiras grises que pudieron ser blancas alguna vez), y que según uno de los más ancianos dice que le recuerda al sabor tutti fruti de una goma que mascaba en su infancia; la locura en estos tiempos es uno de los caminos más seguros.
Octubre 5, 2055.
Lo que el viejo llama tesoro consiste en: una masa informe pastosa que debieron ser muchos objetos que el tiempo ha borrado (caminito), el calzado impar, un tubo de un material duro que tiene grabada la frase “Juanma, este caño es para vos. Sebas”, un pequeño cilindro de plástico transparente con una pasta roja incomible que tiene una etiqueta en la que borrosamente se lee “Este baton rouge pertenece a Pablo de las Mercedes Narigueta”, las tapas de lo que debió ser un libro titulado “Ocho más. Precalentamiento a gas con María Amuchástegui”, y el objeto preferido del viejo Obón, un escrito que parece ser una carta y que no he podido leer, ya que no deja que nadie arrime su nariz a ese pedazo de papel.
Octubre 7, 2055.
Estamos aproximadamente a una legua de Higueras y a dos de Pucará, eso según Don Obón. El viejo me lleva aparte y me dice que tiene que partir, que se tiene que llevar parte del tesoro y mi diario. Al principio me niego, imagino que como muchos otros antes lo insinuaron, quiere comerse los objetos de papel que saben tan bien. Pero, me miró directamente a los ojos, ya había olvidado que podía mirarse de esa manera, y me dijo: “Nejimaki (ese es mi nombre), ya no necesitarás nada de esto; antes de que pasen tres días con sus noches desde mi partida, todos estos años de ceniza serán para vos como una pesadilla del futuro”, lo último que me dijo será seguramente la última anotación de este diario del absurdo: “Cada acto que realices puede cambiar el mundo si te atreves a ponerle un pedacito de tus sueños; cuando estés entre la ceniza bastará que sepas esa sola cosa. Ya el Chino no se convertirá en una carga cuando tengas que caminar de noche”. Y empezó a desaparecer suavecito, como todo había desaparecido en el pequeño mundo que conocí. Desde mis ojos empezaron a rodar unas gotas de material líquido, que ya no recuerdo ni como se llaman, pero que me abrazan el pecho de tal manera que ya no siento frio, ni miedo, ni hambre. Escribo esto con un nudo en la garganta. Y el viejo estira su mano difusa y se lleva m…..

La carta.

Esto decía el tesoro:
30 de Agosto de 2008.
Amada Margueritte Gautier:
Te escribo como siempre, en secreto, hace una media hora que terminó el último partido del campeonato. Me siento en este tronco alejado para que nadie empañe el recuerdo que tengo de la suavidad de tus manos, de tu aliento a caramelo sugus de manzana, de tu mirada que pareciendo de una eterna preocupación no es más que una incipiente miopía, de tu olor a pata que te hacen inconfundible aún en las noches más cerradas. Te escribo, como siempre, para contarte de mi tarde de eterno sufrimiento, porque el fútbol es eso: sufrimiento, el fútbol debe doler, es sangre, sudor y lágrimas. Tengo que escribirte, porque sos mi cable a tierra, sos el único motivo que me hace soportar la mofa de mis jugadores, sus sarcasmos sobre mis “anotaciones” sobre el partido, que no son más que estas afiebradas cartas de amor que me hacen sentir vivo nuevamente. Ya me gustaría a mí calzarme la casaca Nº 29 y arar el andarivel izquierdo tal cual lo hacía Silvio Marzolini, bueno unos 40 cm. más abajo.
Mi amor, hoy es un día de satisfacción. Salimos terceros ex aequo, logramos superar los 30 puntos de mi objetivo, digo de nuestro objetivo, cuando digo nuestro no quiero decir “tuyo y mío”, sino el de mis jugadores y mío. El objetivo nuestro (“el tuyo y el mío”) es casarnos y amarnos hasta la eternidad en la casa que nos regalen tus padres y viviendo de tu vocación de empleada del Polit Buró del Superior Gobierno Central, bueno ese en realidad “mi” objetivo. Pero te decía amor de mi vida, love of my life, que hoy es un día de satisfacción, hoy podemos decir “tarea cumplida”. Mi mano dura, mi corazón recto, mi mente obtusa y mi apendicitis aguda, me han transformado en el gran estratega que hoy puede mirar a sus piezas de ajedrez a los ojos y decirles “Muchachos esto es para Ustedes, hay recursos humanos”.
Reina mía, princesita de mi corazón, presidenta del consejo de ministros de mi alma, secretaría de actas de mis pensamientos, compañera comandante en jefe de las calenturas de mi anatomía, señoras y señores, amigos y enemigos presentes, y ausentes: No fue un lecho de rosas el camino hacia el tercer puesto, ex aequo, no fue fácil no, ¡Yo no zoy fázil capella, no zoy fázil!. Primero hubo que echar a los troncos, luego a los indisciplinados, después a los desentrenados y desprecalentados, por último a los rebeldes; y eso, mi amor, que algunos eran todo eso al mismo tiempo. Luego las incorporaciones internacionales cubrieron las lagunas del plantel diezmado ante la nueva premisa “Solo ganar existe”. Llegaron desde Mozambique el multifuncional Miguelinho Preto Ratao e Personagem que aún superando sus problemas de cleptomanía nos solucionó varios huecos en mi dibujo táctico “robando” muchas pelotas en el mediocampo; y el fundamental aporte de la Dra. escocesa Alison “La Musaraña” Mini McRabbit que fue un ejemplo de entrenamiento, elongación y estiramiento, y que a pesar de sus terribles problemas de comunicación y su atómica dificultad para entender el idioma castellano supo enredar a los equipos contrarios en su propia confusión (la de ella).
No quiero dar nombres mi pupurruchita, sería injusto, pero hoy todos festejan, es decir los 4 que se quedaron a recibir la copa del tercer puesto, ex aequo, brindando con Sprite Light, y el padre de Miguelinho Ratao a quien me hicieron invitarlo (pagarle) una Coca de 2250 cm3.
El fútbol da revanchas mi amor, y la venganza es un plato que se come frío. En una mesa alejada y oscura veo a los fracasados marginales que tuvieron que irse del grupo de Abogados D, los “Devils” como nos gusta llamarnos. Te decía luz de mis ojos, escarbandientes de mi lechuga rebelde interdental, que veo ese grupo en harapos que se hace llamar “Twelve Monkeys”, y a los que todos llamamos “Twelve Dogs” o smplemente “dogos”, porque son unos perros que pregonan principios ridículos como que ganar no importa o que se puede jugar con arito y pelo largo y con las medias bajas y que se pierden en absurdos festejos tercertiempistas. La escoria del fútbol, en fin, unos amateurs que nunca conocerán el éxito.
Mi amor, mi peineta española barroca, kohinor de mis lágrimas hemorroidales, ya tengo que dejarte, esta carta nunca la leerás, formará parte de una ofrenda a la gente del futuro, cada quien colocará algún objeto personal en un cofre para que sea abierto en el año 2058; bueno mi princesa, como solo quedamos tres, tuvimos que mandar a Miguelinho Ratao Preto e Personagem a “conseguir” algunos objetos para el cofre. En ese minuto, y aprovechando mi soledad, se me acercó arteramente uno de los vagabundos que anda profetizando con los dogos, uno con cara de estampita de Jerusalem Año 0, me tomó del hombro y en una especie de trance, con sus ojos fijos mirando el horizonte a través de mi propios ojos me dijo:
Proverbio árabe: Nada dura más de tres días”.
Más confundido que la Musaraña Escocesa delante de un libro de ortografía, le inquirí “¿Qué decís?”, se dio vuelta extraviado y me dijo “Si quiere tener smogwing tome ginebra Bols”. Se arqueó en una risa loca como la tuya, Margot, mi Margotita, y volvió a su mesa donde adoraban a un gigante sobre de papel madera marrón.
Sentí una punzada en el costado, pensé que era el remordimiento de saber que podía estar en el lado equivocado de esta guerra, porque el fútbol es una guerra mi amor, una guerra de la que solo un ejército sale victorioso, hoy ese ejército victorioso es el nuestro, desfilando por les Champs-Élysées, solo que no sé si en 1942 o en 1945.
Por último mi amor, diéresis de la palabra vergüenza, eñe de la palabra compañía, quería decirte aquí lo que nunca he podido, hablar como un árbol, de mi sombra hacia ti (esto me lo robe de una canción de S. Rodríguez). Quería decirte, mi friso maya en la pirámide de Uxmal, que tu olor a pata es horrible.
“Tu amado Guchy”

El efecto mariposa.

Ese era el contenido del sobre, de mi zahir; ayer fue 31 de Agosto de 2008, ayer estaba sentado en mi hamaca debajo de mi palapa, leía el cuento “El ruido de un trueno” de Ray Bradbury, mientras escuchaba una cinta pirata del músico argento BB Contempomi cantando: "Cuando escapé por los cielos, fui solo a caballo, de mi corazón; la pasión me hizo ciego, igual seguí orientado con mi otra misión” era la primera vez que escuchaba esa canción, tenía preparada una mesita con dos copas, una botella de ron, azúcar, soda, yerba buena, y un sobre marrón, sabía lo que iba a suceder, y claro, sucedió. Yesterday, all my troubles seemed so far away … Suddenly, el ruido de un trueno, pero esta vez no estaba somnoliento, ayer sabía, 16 años de espera, el día señalado había llegado. Apenas el vejo Obón terminó de materializarse me dijo: “Pibe que lorca”, “Y qué quiere viejo sáquese ese traje plateado que hace 16 años que lo lleva puesto”, “Pibe, vos no entendés mucho de esto no? Para mí tus 16 años fue hace 1 mes, nos es fácil andar arreglando el mundo, si querés te lo mando al Eternauta para que te cuente de nevadas mortales, gurbos, manos y ellos”. “¿Abrimos el sobre?”, y el sorprendente viejo Obón “Y claro, no vine a jugarme un beach-volley. Se ve diferente ese sobre, ¿cierto?”, y yo me hice el vivo, o el boludo: “El inexorable paso del tiempo. Me lo fui mandando por correo a mí mismo por todo el mundo, fue difícil la convivencia con ese objeto. La última vez…”, “fue cuando me preguntaste lo del albatros o el cóndor, pibe, yo trabajo de esto” me interrumpió. Rasgó el sobre sin ninguna delicadeza y un olor a flores mustias mezclado con el que deben tener las momias inundó por menos de un segundo el tibio aire caribeño. Lo que había sido el diario de Nejimaki era un cuaderno en blanco y la carta del tesoro cenizas nada más. Yo quería que la tierra me tragase, pero una sonrisa más ancha que las caderas de Nancy iluminó la hora de la siesta, el inigualable viejo Obón moviendo la pera hacia delante preguntó: “¿Cuándo?” en un hilo de voz le dije “El día Mulet del mes Messidor del año XCIX”, “Pibe, no te aguantaste ni una semana”, “9 días. Y 16 años repitiendo lo que espero que un abuelo le enseñe a su nieto. Vamos a necesitar ayuda para cambiar el mundo”. “Pibe, un cuaderno en blanco, la vida se escribe todos los minutos, el futuro se hace hoy”. Las carcajadas inundaron todo el mar más bello del universo, las aves marinas se paraban a mirarnos, los delfines que jugaban al tejo en la playa hacían mortales adelante y atrás y esas boludeces que suelen hacer que a veces nos hacen dudar sobre la verdad de su inteligencia. “Y Usted, Don Obón, cuándo lo supo?”, “Cómo cuándo? Siempre, por qué te crees que te lo dí a vos? Tomá”; “Otro sobre?, ni en pedo”. Sacó de un bolsillo invisible de su traje que ya empezaba a despedir un humo y un tufo sospechoso, una florcita de esas silvestres pequeñitas parecidas a las margaritas, que pueden iluminar la cara de cualquier espíritu amable, “Es del jardín de Nejimaki” y arqueando las cejas “Cosecha 2055”. No sé alguna vez había estado tan contento, y de tan entusiasmado quise saber más de lo que debía. Mi gesto anunció mi pregunta, el misericordioso viejo Obón obviamente la adivinó, parpadeo largo largo, cuando volvió a abrir sus ojos, me pareció que una bandada de cuervos sobre el trigal cruzó su mirada, como en el cuadro de Van Gogh, y muy cariñosamente me dijo: “Pibe, ¿es qué vos querés vivir mil años?” Y ya no paramos de reirnos hasta la noche, y el mundo se reía con nosotros, y las estrellas, y el sol despertando a oriente, y estoy seguro que todos los Nejimakis de la Tierra se reían también.
***
Kaya Rastaman