lunes, 23 de marzo de 2009

"Titulares de Hoy"



"La Columna de Kaya"

¡MUJERES!
A Celia, que bordó los escudos de las camisetas de la pasión Abogados “D” (Pienso en las Patricias Argentinas y el Ejército de Los Andes, ¿o será mucho?), y que nos regaló, fabricándolo, un jugador de fútbol.
A mis tías Aída y María Helena, que aparecen en estas columnas haciendo sus comentarios de tías, y que desde hace algunos días son parte del aire.
A Arien, Maia, Negra, Irma, Emma y Rita.
(No se reirán mucho leyendo lo que viene debajo, así que depresivos y aburridos abstenerse. Aunque hay mucha música, para los momentos de silencio yo me aventuraría con “Acuarela” de Vinicius-Toquinho, en la versión de Seguridad Social; y cualquiera de las versiones de “Summertime” de Gershwin, a mi me gustan las de Janis Joplin, la de Fitzgerald-Armstrong y la de Charlie Parker)

El limonero de Managua.
“Amanece y ya está con los ojos abiertos; repetidamente vuelve a recordar, un chasquido de agua y un cuerpo moreno y esa vuelta oscura desde la ciudad. Y silencioso el Layo va clavando el remo…” Pienso en el Layo, pienso en todos los hombres que se merecen un abrazo. ¿Cómo llegué a pensar en el Layo? ¿Será el estar sentado al costado de los aromas de un limonero real? ¿Será volver a recordar a Hugo “Fat” Reyes y la historia cerca a lo incontable de su huída hasta Puerto Lempira de la guerra del fútbol? ¿Serán las chapas del techo y las paredes de lata de aceite de motor y madera de cajón de manzana del Hospedaje Santos en la canícula de Managua mientras Italia y Francia juegan la final de la Eurocopa 2000? (INTERRUPCIÓN: desde que leí por primera vez a García Márquez hace más de 20 años deseé usar alguna vez en un texto la palabra “canícula”. ¿Ven? Si desean pequeñas cosas, los deseos se pueden hacer realidad). Tal vez todo y nada me llevaron al Layo, los laberintos del pensamiento encierran un misterio que no es tal si te detenés un segundo a recorrer el camino de regreso. Quiero decir, por ejemplo, el otro día me sorprendí en la esquina de Ayacucho y La Rioja, Plaza Morazán, de la ciudad de Tegucigalpa, pensando en el “Payaso Pepino” y “Superpibe” de la troupe de Titanes en el Ring. Pensé que me estaba volviendo loco, y para afirmarme al mundo de los cuerdos-normales-aburridos hice un esfuerzo por volver camino en mi pensamiento, y logré, por suerte o por causalidad, rescatarme del naufragio de mi mente; la secuencia fue así desde el primer eslabón que alcancé a recuperar: 1) Un personaje de la novela “Hitsuji o meguru boken” de Haruki Murakami dice estar leyendo “La ideología alemana” de Marx-Engels; 2) Pienso en como debe haber sido la relación de Marx y Engels; 3) Recuerdo a varios snobs a quienes escuché decir que Engels es mucho más “claro” que Marx; 4) Recuerdo a otros snobs que se fanatizan con Robin, el ayudante de Batman; 5) Pienso en que papel juegan los “side-kicks” de los superhéroes; 6) Recorro mentalmente a otros side-kicks; 7) Llego a Pepino, y claro a Superpibe, y siento vergüenza retrospectiva de haber gritado muchas veces “Superpibe, Superpibe”, para que el dizque-niño-patovica acuda a “salvar” al payaso de Pepino el Payaso. Aunque ya escribí una página de cuestiones que a nadie interesan, no me dejaré caer en la tentación de contar en que consiste mi vergüenza. Bué, eso, desde el semáforo de la esquina de Junín y Catamarca de la ciudad de Tegucigalpa hasta Ayacucho y Rioja, puede haber un sendero que parte de un “carnero salvaje” para llegar hasta un side-kick, ja, y pasando por la “estación” Marx. ¿Hay algo más apasionante y divertido que la propia ordinaria locura?
Por eso no me sorprende que al estar pensando en abrazar al Layo o a Hurley, levantando la vista y viendo una bandera negra y roja del FSLN aunque sea el año 2000, piense en mi querido equipo de fútbol “Abogados D”, y otra vez, aunque sea el año 2000. Sin duda el resplandor tiene que haber sido aquel “Ejército Loco” de Sandino; y el naufrago Hugo contándome de la guerra del fútbol; y el sonido del relato del gol de oro de Trézeguet, y el ambiente azahar; y la gramilla de la canchita de la esquina …
La guerra del fútbol.
“Amanece y ya está con los ojos abiertos…” Esta vez la agrupación Rebel Football me hacía pasar un trago amargo, me enviaba a investigar sobre la llamada “Guerra del fútbol”; guerra del fútbol porque en 1969 en los estadios de Tegucigalpa y San Salvador empieza una gresca que de las tribunas se extiende a las calles y desencadena una guerra; si, escucharon bien, una guerra con ejércitos, odios y muertos; una metáfora de la guerra que puede verse en un deporte corriendo todos los velos, y entonces, sangre, sudor y lágrimas. De cómo la guerra pasa a ser deporte, y luego de deporte otra vez a guerra, es una explicación larga y tal vez inútil; resumiendo sería contar como un mono baja de los árboles para ser hombre y ese mismo hombre deja de mirar las estrellas y se vuelve a subir al árbol para golpearse el pecho mientras come mangos con cáscara y se rasca el centro del universo, o sea su ombligo. Luego de semanas de búsqueda, pude encontrar a un solo hombre capaz de hablar de aquella tragedia, charlamos 17 horas sin descanso, no me pidió casi nada a cambio, excepto una “oreja”, un abrazo y un hombro para acostar y ocultar el llanto de un hombre, porque en Centroamérica, los hombres no lloran.
Llamé de urgencia a mi amigo y compañero Mozouri, para que haga el informe, su carácter de africano y musulmán sería capaz de sobrellevar ese desafío que me apichonaba.
Sin embrago, mis pensamientos no podían desabrochar esa historia de mis 23 neuronas (11 para cada hemisferio y un árbitro), y me preguntaba si tanto la guerra como el fútbol no eran “cosas de hombres”, y me respondía -machista, ciego, inmediato, irreflexivo- que sí, que salvo excepciones como por ejemplo el de las diosas griegas, la guerrillera francesa Danielle Rousseau o la jugadora escocesa Alison “La Musaraña” Mini McRabbit, las mujeres nada tenían que hacer en estos temas. Pero, pero … claro, siempre “pero”, ¿acaso detrás, al lado o delante de cada soldado, hincha, árbitro, jugador no hay por lo menos una mujer pendiente más o menos de esos hombres que juegan a la guerra, al fútbol o a la pasión? Hay, claro que hay. Como decía mi tía Mary Helen Emmadottir: “Para muestra basta un botón”: en 1971 la madre del jugador del Sporting Cristal Orlando “Chito” La Torre fallecía al ver por tele como su hijo era agredido en la batalla campal desatada en la Bombonera. Así, la mitad de la humanidad, la mitad más cariñosamente productiva, no puede ser ajena a ningún quehacer que cualquier humano desarrolle.
¡Mujeres!
“Amanece y ya está con los ojos abiertos …” La actividad bioquímico-física dentro de mi cráneo iba yendo de las mujeres al fútbol, del fútbol a la guerra, de la guerra a los hombres y de los hombres de vuelta a las mujeres; entre el limonero real, las chapas del Santos, los gritos de “On est les champions, on est les champions” de tres desaforados franceses, el Tiquito que me preguntaba porque en Reykjiavik eran las 8 de la noche y en Managua las 4 de la tarde, la lectura de “El informe de Brodie”, el perfume de azahar … El azar (¿el azar?) quiso que se me apareciera como Doña Damiana a Pedro Páramo, enfundada en un jean símil vaca holando-argentino y blusa turquesa, mi entrañable amiga cartagenera Marina del Carmen Huerto. La Marinita escribía para la revista “Cosmopolitan” y estaba en Nicaragua para hacer una nota “sobre el apestoso impacto de la flota soviética en la ciudad de Bluefields, donde el 73% de los varones nacidos entre 1979 y 1990 eran anotados con el evidentemente nombre comunista Yuri”, no comment. Ella detestaba a la revista para la que trabajaba, pero el sueldo de 10.000 dólares mensuales más viáticos lograba convencerla a escribir cualquier basura que dejara contentos a los editores, siempre y cuando no atacasen o pusieran en duda alguno de los principios del mundo accidental y cretino. Entre cánticos de “Allons enfant de la patrie, le jour de gloire est arrivé” y el Tiquito que no entendía lo de los husos horarios y ni sabía que la Tierra era de la forma de una pelota de fútbol, le conté a la Marina sobre mis tribulaciones. Más rápida y mortal que Sharon Stone en la peli “Rápida y mortal”, la cumbianchera cartagenera desenfundó unas páginas tipeadas a pura Lexicon 80: “Tomá, te preparé esto”, y yo: “¿Y esto que carajo es?”; y ella: “Me lo encargó un gordo engominado para que te lo dé en cuanto te encontrara”; y yo, “¡¡¡¿¿¿Don Obón???!!!”; y ella “Yeahp, ese tipo, simpático el viejo”; y Tiquito: “¿Y si la Tierra da vueltas cómo es que no nos mareamos?”; y los franchutes: “…contre nous de la tyrannie, l´étendard sanglant est levé…”; y yo “¿Y como mierda sabía él que me encontrarías?”; y la Marinita: “Lo mismo le pregunté, y dijo algo así como que él fluía y andaba por ahí no sé que haciendo en el espacio-tiempo y que sabía que no te perderías la final de la copa de balompié precolombino del lago Nicaragua entre el “Vulcanus” de Ometepe y los “Cardenales” de Solentiname, que se jugaría en la isla Zapatera”; y Tiquito que si la Tierra fuera como una pelota nos caeríamos y nos incendiaríamos en el fuego del sol; y yo ya estaba más perdido que Condorelli en el área rival.
Ya con los romanos vencidos, los galos sin poción, Marina del Carmen montada en una buseta camino a Rama, Tiquito inconsciente bajo los efectos del chocolate que le convide para evitar ahorcarlo con una bolsita de California como las que usa Horacito para cortarse el chilo, me dispuse a leer el manojo de papeles que había mandado a escribir el inencriptable, siempre imitado y nunca igualado, viejo “Uggis” Obón. A continuación transcribo textual sin corregir ni aumentar el texto que me evitó cambiar de zahir.

¡Qué viva la música!
“Me llamo Marina del Carmen Huerto y mi lugar en el mundo es la ciudad de Cartagena de Indias. Soy rubia. Rubísima. Soy tan rubia que me dicen: “Mona, no es sino que aletee ese pelo sobre mi cara y verá que me libra de esta sombra que me acosa”. Escribo esto para mi amigo Kaya por encargo de un gordo simpático que se hace llamar Don Obón (su risa me hace pensar en la de Gardel, aunque es más alto que esa estatua que le hicieron en Medellín y hace que los petulantes argentinos puteen con indignación como si los gordos petisos afrancesados no pudieran cantar como los dioses). Aunque, como detesto mentir les diré que en realidad me llamo María del Carmen Huerta, soy un personaje del increíble Andrés Caicedo, en el año 1974 tenía unos 17 años y ya no sé a cuántos llegué porque el Andrés se nos fue en el 77 cumpliendo con todos los principios que defendía, ah, y soy 100% caleña, pasa que el Kaya casi no conoce Cali y no quiere meter la pata, trataré de hablar como cartagenera, pero seguro se mezcla el mexicano, el rioplatense, el paisa y algún otro dialecto.
Estaba yo de lo más enguayabada y esperando la noche interminable para lanzarme a danzar a las boites de la Boca Grande, y resulta que viene este tipo y me dice que mi compay necesita ayuda y que él no puede llegar, y no sé como me convence a escribir sobre las mujeres y el fútbol; que en Praga ya lo había vaticinado y que Kaya no podría escribir una línea sin cumplir con la profecía, no podía transformar a su ángel en un Jonás, o mejor, ya que estamos, en una Cassandra. Yo lo que quiero es bailar. Nada de escribir. Escribo para bailar. Para pararme en el medio de la música y mover el cuerpo hasta olvidarme que soy una, quiero ser todos, quiero ser los demás. Yo no sé de fútbol, no sé de hombres, no quiero saber nada de los hombres, esconden una tristeza infinita, están como vacíos, les dejo hacer mientras me den música; si le gustas quieren quedarse eternamente y se ponen como idiotas; si no le gustas se van como distraídos sin decirte ni chao. Como no sé de hombres no sé de fútbol, de fútbol me gustan los cantos de las tribunas, la fiesta, el desborde de pasión. Pero aunque no sé nada de fútbol, puedo darme cuenta de que lo que pasa en las tribunas es otra cosa, puede ser un espectáculo maravilloso, hasta necesario, pero en las tribunas no ha de estar el fútbol, el fútbol está en la cancha. De mujeres sí que sé, pero nada que pueda ponerse por escrito, nada que no haga levantar los dedos acusadores, las piedras de la lapidación, casi todos los hombres estarían dispuestos a arrojar la primera piedra si supieran un “tantico así” de lo que yo sé de las mujeres. ¿Cómo una rubísima como yo podría relacionar dos temas sobre los que no puede escribir?, uno por no saber, el otro por saber demasiado. Dejaré que las propias mujeres lo hagan. Les cuento en sus propias voces lo que algunas mujeres me dijeron sobre el fútbol. Jijiji, pagó “Cosmopolitan”; si se enteran, me llevan diosito y los pelados de la calle Sexta. Kaya, quiero que sepas, estás en mi Top Five. De todas maneras, como dicen mis “putísimos” (cariñosa licencia literaria) amigos de Village People, no podrán detener la música. ¡Qué viva la música! ¡Y a rumbear que se acaba el mundo!

Dijeron estas mujeres, en las partes del mapamundi que me animé a detenerme:


Laura.
“Yo siempre pensé que el fútbol era para los brutos, un divertimento para gente de sensibilidad básica. Pero pasó que una tarde de últimos calores de otoño se aparece por casa mi papá, una persona a la que de chica descifré muy poco y de quien sin embrago guardo un extraño recuerdo de presencia constante, siempre que lo veía estaba con una cara como si volviese de un largo viaje y una gloriosa sonrisa de Gato de Chesire, nunca supe exactamente de que trabajaba, decía tonterías como las de arreglar el mundo a pedacitos con hierro del sueño de cada cual. Esa tarde que pasó papá, una tarde de Abri,l estaba llevando a mi hijo de 7 años a una clase de arte, papá me preguntó porque mejor no lo llevaba al parque a jugar un rato a la pelota, supongo que lo miré azorada porque sin decir una palabra casi me arrastró al Parque Lezama y me fue diciendo: “En ese banco se sentaba Alejandra”, “En esa calesita vos te rompiste un diente”, “En esa fuente te bañabas en verano”, “Esos son la Loba, Rómulo y Remo”, “En ese museo guardan las pulgas de Belgrano”, “Eso que ves ahí es el fútbol”, y me señaló unos pibes jugando en la gramilla de cara al sol, y empezó a describirme: la cancha en un plano inclinado de unos 170 grados, las líneas límites indescifrables para cualquiera que no sea un pibe jugando, una pelota de plástico que había que inflar cuando se abollaba, algunos descalzos, un equipo torso desnudo el otro colorinche, los arcos hechos con un bulto de camisetas de los pibes que estaban en cuero. Me miró, lo miré, y con una sonrisa digna de un padre que se siente amado por sus hijos me dijo: “¿Hay algo más abstracto que lo que hacen estos pibes? Juegan en una cancha con caída para un arco, saben cuando la pelota está dentro de la cancha aunque no hay ninguna línea marcada, ven en el plástico el 100% cuero-de-vaca de una Pintier, ven camisetas de cualquier color como si fuesen del mismo, y todavía mejor, ven camisetas en las no-camisetas, ¿y el arco? de la casi nada excepto por dos puntos en una recta infinita hacen dos dimensiones, aunque estoy seguro que a la casi nada la devienen tres dimensiones porque cuando hacen un gol sienten el ruido de la red, y te doblo la apuesta a que pasan a una cuarta dimensión, y cuando es gol, aunque sea con la pantorrilla, viajan a otro universo. ¿Ahora entiende mijita?”. Ese día hice socio a mi hijo de Barracas Central.” (Laura Parker O., 34 años, Licenciada en Filosofía, Buenos Aires, Argentina).
Julia.
“De chiquita mi papá me llevaba a la cancha de Botafogo, aunque desde los 4 años soy del Flamengo. Ahora que me preguntás, lo primero que pienso cuando recuerdo aquellas tardes en que íbamos al estadio es en los olores: primero el mar, seguido por los orines del acceso a las gradas, y en la platea familiar el olor a “cachorro quente”. Y siguiendo, creo que mi educación se forjó en las palabras que mi padre dirigía a mis hermanos mayores mientras yo dormitaba al sol. Lo que mi padre hablaba sobre fútbol yo lo asimilaba como aprendizaje para la vida. Es decir, creo que nunca lo había puesto conscientemente hasta este momento. Gracias. ¿Qué enseñanzas? Qué sé yo, frases como: “Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo”; o “Te sentirás acorralada, te sentirás perdida o sola, pero tu siempre acuérdate que la vida es bella, ya verás como a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor”; o “Un hombre solo, una mujer, así tomados de uno en uno son como polvo, no son nada”; u “Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría, tu canción entre sus canciones”. Es una forma rara de educar a una hija, en las arquibancadas, pero tal vez haya sido un camino valedero entre tantos. Esas frases dichas en el medio de un partido yo las tomé como si las hubiese dicho pensando en mí. Como Albert Camus que en el libro “El primer hombre” dice que todo lo que sabía de moral se lo debía al fútbol.” (Julia Areia Olímpia do Ibanes Goitosolo, 25 años, Enfermera, nacida y criada en Río de Janeiro, Brasil, trabajando en Barcelona, España).
Nadia.
“Para mí el fútbol es un pez en Septiembre; y Septiembre es un pez y, todos lo saben, es el sueño del cielo bailando desnudo en las alas del mar. El fútbol es un cuchillo sin hoja al que se le ha quitado el mango. Creerás que estoy loca, es que el recuerdo más nítido que tengo del fútbol, es el no-fútbol, es la noticia que leí en el Pravda el día de mi cumpleaños el 22 de Noviembre de 1973, contando el patético partido que el seleccionado de Chile jugó contra nadie y en el arco vacío anotó cinco de los goles más fáciles de la historia, los cuales nadie pudo lamentar, y un colmado estadio ovacionaba de pie a los héroes que derrotaban al comunismo despiadado en las eliminatorias al mundial, o sea a la selección de la URSS. En el Centro Deportivo de mi soviet ahora hay un McDonald´s. El fútbol es un delirio, o peor, es la nada.” (Nadia Feliunova, 43 años, Cosmonauta desocupada, nacida en Leningrado, Unión Soviética, ahora vive en San Petesburgo, Rusia).
Deray.
“El amor al fútbol me nació sin que me diera cuenta. Creo que el miedo era lo que no dejaba que apareciera, y me nació el amor alimentándose en los amaneceres de las playas de Puerto Pollenza, pero no me animaba a decirlo, sentía pánico porque me rechazaran; era como la cara oculta de la Luna, como una semilla que no puede ver la luz, tenía una voz sin piel y el mar era las lágrimas que hizo llover la voz de mi tristeza. Hasta que un sol muy rojo me guiñó un ojo mientras se disfrazaba de aguacero, entonces grité descaradamente que amaba a Marta “Pelé com Saia” Vieira da Silva y al fútbol. Cada amanecer recuerdo la primera vez que jugamos juntas, éramos, somos, como Bochini y Bertoni, una pareja implacable; sonó el pitazo inicial, la mirada de Marta se clavó en mis ojos y mi sonrisa se instaló en mi cara y se esfumó el estadio, la gente y el miedo se escapó por la ventana; jugando éramos, somos, como dos adolescentes: su mano húmeda sobre la mía y nuestros cuerpos celebrando juntos ese deseado y esperado encuentro del esférico con la red, como cuando el sol y la luna, incluso con su cara oculta, se encuentran en un mismo cielo, alucinando a todos los gorditos de gafas que van corriendo a cambiarse los lentes.” (Deray Arbelo Mihatovic, 25 años, Jugadora de Fútbol, Puerto Pollenza, Islas Baleares, España).

Rosana.
“Sé que existe el fútbol, y que todavía dicen que se juega corriendo y más nada sé, y si sabía ya me olvidé. Ahora lo que sé es que por causa o destino ya no hay nadie a mi lado. Dicen también que en mi pueblito nació un muchachito jugador con pies torcidos, chueco, tranquilo, pelambre al viento, que brotaba de su sangre ternura, inocencia y espejos donde iban a correr travesuras nuevos niños y viejos. Pero Usted, que es de por aquí nomás, sabrá así que como no usamos venenos con aroma de flores tampoco hay quien corra, todos reman, no puede ser cierto que de estas playitas sin lluvia y con este calor de infierno un pescador ande agitándose por ahí, o ¿será que me mintieron y en el fútbol no es todo correr? No mijita, ni un centavo te cuesta este beso, pues mi alma lo paga, pero dígame ¿todo lo que dice la radio es verdad?, y ¿la televisión es como el cine?” (Doña Rosana Silvia Rodríguez Valderrama, 120 años, vecina-nieta-hija-hermana-amiga-tía-prima-esposa-amante-cuñada-madre-suegra-abuela-bisabuela-tatarabuela de pescadores, Taganga, Colombia).
Malena.
“¿El fútbol? El fútbol es una herida absurda. Es perder el corazón en cada jugada. Es el perfume mustio a yuyos del suburbio. Es una tristeza apagada por el alcohol de la vuelta a casa, derrotados, cuando ni los fantasmas te ladran. Es el amor perdido que se hace amargo en la sal del recuerdo. Es ver llorar al padre en un rincón. Es el tono oscuro de las voces de la tribuna. Los jugadores son como criaturas abandonadas que cruzan por el barro del callejón, sus ojos son oscuros como el olvido, sus labios apretados por el rencor, sus manos son palomas que sienten frío. Los jugadores tienen pena de bandoneón. El fútbol es un tiro cruzado de Ghiggia en el minuto 79. El fútbol es un silencio ensordecedor. El fútbol es un Maracanazo.” (Malena Barbosa Nascimento, 66 años, Portera, Campinas, Brasil).
Peperina.
“Ni quiero pronunciar ese entretenimiento berreta, ¡qué vulgaridad!, divertimento para mentes típicamente pueblerinas que ni siquiera tienen coraje para la oficina. Un asco. Veintidós tipos corriendo detrás de una pelota. Ir al stadium es como ser una oveja viajando en subte. Yo que viví la euforia de ser parte del rock, te digo que lo del fútbol no es pasión, es comer mierda, millones de moscas comiendo mierda. A mi dame el bridge, jugar con los locales y dormir con los visitantes.¿Entendés gurrrda?”
(Merceditas “Peperina” García Moreno, 48 años, Profesora de Letras, Villa General Belgrano, Argentina).
Carla Moriana.
“Nada, no sé, el fútbol es tipo a lo que juegan los varones. Es lindo. Hay que hacer goles y creo que después el partido empieza de nuevo. ¿Un gol? Un gol es tipo cuando la pelota toca la red. ¿La posición adelantada? No sé, ¿es cuando un equipo va ganando? ¿El director técnico es un jugador? Para mí los mejores jugadores son Maldini y el de Profesores “B” ese parecido a Ken, son re-churros, ¿sus caritas encendidas a quién mirarán?” (Carla Moriana Sita Roza, 9 años, Estudiante, Montevideo, Uruguay).
Gabriela.
“Hace años que no veo fútbol, me decepcionó. Pero no se preocupen, todo el mundo dice que estoy loca y que mi locura es secuela de una epidemia, anémica, endémica y sentimental. Considerando que normalmente el gran público del fútbol no es idóneo en fútbol, sino solamente apasionado; que la pasión que lleva al fútbol a su gran público entronca mucho más en una mezcla de sadismo e histeria que en una motivación artística y espiritual; cabría admitir que una multitud espectadora del fútbol es mucho más proclive a gustar de lo fuerte como imagen de la virilidad física de los jugadores, que no de lo artístico que pueden producir los dotados de la destreza y el instinto capaz de hacer andar la pelota escapando de los enfrentamientos físicos, esto es, sin producir imágenes de fuerza o virilidad. Hoy se gusta de los jugadores que ponen “alma y vida”, los que dominan la pelota no están para “combatir”. Esto veo: *Todos corren. *Los dominadores de pelota son rápidamente “culpables” de gambetear o de “demorar el juego” y señalados como jugadores “que no corren”. *Los que hacen el culto de la carrera y la fuerza pierden energías corriendo hacia una constante de pelotas altas, y el resultado casi inevitable es que a la media hora ya quedan extenuados para llegar al tramo final de las jugadas; arrancan velozmente y llegan cayéndose; hacen todo lo que se necesita para pasar en poco tiempo de “la fuerza” a la torpeza. *Foul, más faltas, enardecimientos, brusquedades, tedio; telón. Por cierto, que el estímulo de la fuerza tiene también su origen comercial. ¡Cómo se extraña a Santa Maradona!” (Gabriela Franka Delgado Panzeri, 39 años, Sociobióloga, Nápoles, Italia).
Macusa.
“Soy mujer y habitada, como una vasca Gioconda, con belli y lauros mintegi. Herria isilerazi nahi izan zuten, hitza kendu, mintzaira eragotzi. Eta iraultza sortu zen. Vaguito devolvé las medias. Emakumea isilerazi nahi izan zuten, mutu bihurtu, enoratu, baztertu. Decir que el fútbol son 22 tipos corriendo detrás de una pelota, es como decir que la literatura son algunas toneladas de papel a lo que se suman algunos galones de tinta. Eta Orduan HITZA jaio zen, emakume hitza, iraultza, bizi-iturri. Con tanta ilusión te quise que nunca de ti dudé.” (Macusa Francisca Repilado, 91 años, Hechicera, Zacatecoluca, El Salvador)
Grisel.
“¿Tengo sueños sabés?” me dijo Benja, “Claro -le dije-, todos tenemos”, y él “Sí, ya sé que todos tenemos, pero lo que pasa es que mis sueños son sueños de fútbol”. Nunca le presté atención, me pareció una chiquilinada; una cosa de gente cursi que gusta del desorden y la rebelión en contra de lo que a los normales solemnes se nos aparece como natural. Ahora que él ya no está, que soy una mujer mayor y amargada, me falta su voz, el calor de su mirar, yo que como una loca lo busqué, pero ya nunca lo encontré, siento que mi vida toda fue un engaño. Y hoy vivo enloquecida porque no lo olvidé, tengo una ilusión de cristal que para evitar que se rompa la sostengo repitiendo como un rezo las frases de sus sueños. “El jugador está para pensar”. “Ante la duda el coraje es la mejor opción”. “Fracasar es hacer lo que uno no quiere”. “Triunfamos y fracasamos menos de lo que creemos”. “El fútbol es una excusa para ser feliz”. “Desde el fútbol uno puede filosofar y desde la filosofía es imposible hacer fútbol”. Para mí el fútbol es pagar mis culpas asumiendo los Sueños de Fútbol del soñador a quien desprecié acusándolo de abrazar una pasión inútil.” (Grisel Val d´Aneau, 61 años, Abogada, Estrasburgo, Francia).
Anaclara.
“Arte. El fútbol es arte. Pero no cualquier arte, es el arte en una de sus formas puras, ese que se practica colectivamente; ese en el que deja de tener sentido la individualidad para significar una representación total del mundo. Es como las madres de las plazas del mundo danzando, como la música de atabales en un rito de iniciación, es siempre igual y diferente. Es como, enfundados en una bufanda rojinegra, escribir con un grafo en las paredes “resistir”. Son manos en una cueva grabadas con sangre de la caza que transforma la muerte en vida. Es el recorrido de los pasos de Riquelme en el partido contra el Palmeiras, ese periplo que un estudio por computadora dio como resultado los mismos trazos que guió la mano de Picasso para regalarnos y sacudirnos en la cara el “Guernica”. Es no encontrar nunca porque siempre busca el modo de no hallar, aunque sabe que lo nuevo se conquista. Anarquista, aguamarina, fisiatría, minifalda, los dolores con mirarlo ya se olvidan. Es de agua cuando el hijo se enamora de la sed. ¿Y qué color tendría el mundo si se te acabara el fútbol? No serías ni la sombra del amor que tienes dentro, no serías ni el misterio de la luz y el desencuentro. Inventamos tantas cosas para hacernos desiguales, para pisarnos las caras, para que todo se acabe, buscamos mirando hacia arriba y solo sigue habiendo estrellas. El fútbol es ser mano en vez de dedos. El fútbol es tener otra vez 10 años.” (Anaclara Viglietti, 19 años, Pintora y Estudiante de Medicina, León, Nicaragua).
Viridiana.
“¿Me estás hablando a mí? ¿Me estás hablando a mí? Veinte dólares, 15 minutos. Tres noches por semana voy al fútbol. Voy a putear mi propia condición. Los jugadores y yo vendemos las sobras del amor. Ellos, los jugadores, a veces hacen como si se divirtiesen como que ponen pasión, como yo que a veces me olvido de “trabajar” y doy caricias casi de verdad. Si me llaman para una peli de Buñuel, me hago monja. Hasta que aparezca mi Travis, conductor de taxi, seguiré siendo una Iris. Y ya no digo más. Dinero, dinero, dinero, mensajes de amor de curso legal.” (Viridiana Sabina Veinticincomil, edad indeterminada, Meretriz, Tijuana, México).
Layla.
“¿Cuál de los fútboles? Ah, el que se juega con los pies, acá le dicen soccer. Pura mierda de toro. ¿Qué ya otra tipa dijo eso de mierda? Está lleno de perras repitiendo lo que una dice. Mis hombres juegan a deportes de machos, mi esposo Hasper es pura lucha greco-romana, transpiración y cerveza; mi hijo Tiyco: sumo y sake. Si tengo que hablar de cómo lo ví al Eagle –así le dicen a mi Hasper sus amigos, sus enemigos le dicen Barfly- jugar en el “Ravens D-Mons Jrs.” de Tasmania, si hay que hablar, decía, tendría que escribir un nuevo tomo de esa cagada de mosca de libro “Elogio de la Lentitud” de Carl Honoré; su picardía y destreza, la de mi woolfie, eran tan, tan, pero tan malentendidas que parecían ingenuidad y torpeza; por eso odio al soccer, porque lo hacían ver a mi cuchi-cuchi como un amariconado esgrimista, y eso lo llevó a buscarse a sí mismo, y nunca encontrarse, alistándose en un ridículo barco de piratas. Tuve que correr y esconderme de la vergüenza y sus malditas alucinaciones, entonces quedé sola, un día volvió, trató de consolarme y otra vez se enamoró de mí como un tonto, lo senté sobre mis rodillas, me rogó que liberara su atribulada mente. Ya lo tengo otra vez conmigo, y a fuerza de pastillas dispuesto a defendernos cual “Mad Max” lo hará con sus seres queridos en un cercano futuro postnuclear. A kaati. Tena koutou katoa. Hey flaca, ¿me das un pucho?” (Layla Clapton-Maddog, 52 años, Guardia-cárcel, Launceston, Isla de Tasmania, Australia)
Eva.
“Antes que nada, me gustaría darles la mala noticia de que ver fútbol sentado en un sillón no es un deporte. Luego. ¿Por qué hay una clasificación de género en la práctica del fútbol? No leí en ninguna de las 17 reglas del fútbol alguna que se refiera al género. ¿De qué tienen miedo los hombres? La historia del fútbol es otro capítulo del miedo de los hombres a las mujeres. Tiemblen, ya un estadio de Brasil cambió su nombre. Los misóginos hacen del fútbol una cosa de hombres, ¿será por eso que Pelé debutó con un pibe? Ya dejemos de ser paridoras pagadas con pan. Ya es hora de que dejemos de ser costilla, hay que empezar a perturbar las mentes machistas amenazándolos con juego inteligente, terceros tiempos interminables, jugar en cuero, que sus madres, hermanas, novias y esposas se bañen en vestuarios con olor a bolas y a concha. No te pongas colorado machito de cabotaje, pronunciar la palabra “concha” no te va a dar sarpullido. Se les frunce el upite de solo pensar que una chica chueca y despeinada les meta un caño, o que una vikinga noruega de un metro ochenta les meta un hombrazo que los tire contra el banderín del corner. ¡Basta de príncipes azules! ¡Mujeres del mundo uníos! ¡Salgamos a cazar hombres! ¡A buscar semilla! ¡A criar humanos que compartan la experiencia de jugar al fútbol! ¡A por el fútbol!” (Eva Lilith, unos cinco mil años, Inventora del sexo por placer, Belén, Palestina)
Amanda.
“Las pocas veces que ví reir a mi padre era cuando volvía los domingos de jugar al fútbol. Era lo único que lo divertía allá en las salinas; los solteros podían ir al burdel de la Reina Isabel a escuchar rancheras y evitar puñetas. Mi padre, algunos de mis hermanos, mi marido, todos jugaban al fútbol los domingos, que eran las únicas tardes que le dejaba el trabajo en las calicheras o en las minas de cobre o en las minas de lo que sea. El viento, la polvareda, la pichanga principal y las pichangas satélites, y el grito de “último gol gana” que me hacía emocionar porque sabía que en un momento vería en las caras extenuadas la felicidad donde casi siempre había discusión, enfermedad, hastío, decepción. Casi todos ellos, mi padre, hermanos, marido murieron jóvenes, el mundo mineral me los llevó. El nitrato del salitre, el silicio de la madre tierra en los pulmones, el plomo como saturnino o como balas de represión a las huelgas mineras. Ah mijita, pero en cinco minutos la vida es eterna. Por eso el fútbol me es grato, a veces mientras cocino pongo la televisión y escucho los partidos, y me gusta pensar que en cinco minutos sonará la sirena del trabajo y tendré que salir a buscar a mis hombres como antes. El fútbol es alegría. Para mí el fútbol es la alegría de los hombres que amé.” (Amanda Iara Rivera Letelier, 82 años, Ama de Casa, Antofagasta, Chile)
Yolanda.
“A mi me gusta el baseball. Soy hincha de los Barbudos de La Habana. Mi contacto directo con el fútbol viene de los 5 años que viví en San Pablo y acompañaba al estadio del Corintians a mi esposo. Puedo decir, desde mis ojos y en general, que con en el baseball no hay mucha diferencia, cada partido es un acontecimiento especial y único, no ha de haber dos partidos iguales. Es como escuchar “Summertime” de George Gershwin, una bella canción y composición musical, una obra de arte. Si la interpreta The Coltrane Quartet uno puede seguir la historia y gozar con ese sucesivo andar de las notas, una bella canción es difícil de arruinar. Pero si nos animamos a escuchar la versión de Janis Joplin en vivo 1969 Suecia, la historia alcanza una fuerza dramática interplanetaria. Chica, a Usted que le gusta la música, apueste por más, Ella Fitzgerald-Louis Armstrong, y ahora sí que deberá usar su imaginación porque ahí hay más que palabras; claro, están los versos que no cambian, pero deberá completar la historia su cabecita loca al oír aquella trompeta. ¿Quiere más? Charlie Parker, y ahora sí mi niña que la quiero ver, arrégleselas como pueda, es música sin límite. ¿Me entendió? Bueno, el fútbol es como escuchar diferentes versiones de una música bella, porque el fútbol por fuerza tiene que ser bello, pero siempre, siempre, y digo siempre, los intérpretes son lo más importante.” (Yolanda Eternamente, 55 años, Directora de cine, Cienfuegos, Cuba).
Alfonsina.
“¿Qué es el fútbol? ¿Se supone que debo contestarle al fantasma de un personaje que está sentado frente a mí y que se llama Marina del Carmen Huerto? Soy argentina, y por ese solo hecho puedo hablar de fútbol. El fútbol puede ser muchas cosas; es cruzarse frente a la tele justo en el momento que sucede un gol, es preguntar por qué el árbitro se viste de esa manera, es gritar con voz chillona en la tribuna, es querer saber para qué sirven los banderines de la mitad de cancha, es no entender el off-side; bué, ese tipo de cosas. No digo que sepa, digo que puedo opinar con la autoridad que me dan los años; y el fútbol puede ser muchas cosas y puede no ser muchas otras, pero de lo que estoy segura es que el fútbol es parte de mi cultura. ¿Será que alguien llegó a leer hasta acá? ¿Le alcanza con eso Doña Marina? ¿Me alcanza a mí? ¿Quién maneja estas manos que están escribiendo? La ficción es una mentira, y es una mentira peor si se verifican los datos de la realidad en la inmunda Wikipedia, aunque la “salvadora de huecos en la memoria” no miente cuando dice quien escribió los versos de la canción “Alfonsina y el mar”. ¿Qué será de Don Obón? El verdadero. ¿Qué me diría si se enterara de lo que le hago decir y de la estatura mítica que quiero darle? ¿Quién es Kaya Rastaman? Creo que es la persona que quisiera ser y no puedo, o peor, no sé. ¡Como me gustaría viajar por el mundo siendo miembro de una agrupación que se llamara “Rebel Footbal”! En cambio, estoy acá viendo en la tele por I-Sat una película que se llama “Shaolín Soccer”, ja ¡qué basura más graciosa!, y útil, me recuerda a la peli “Kill Bill-Vol.2” que puede dar una respuesta a quién es Kaya: escena de casi el final: están David “Kung-Fú” Carradine (Bill) y Uma “Piernas-más-largas-que-hubiera” Thurman (Mamba Negra) sentados antes de batirse a duelo mortal, y Bill (o Quentin Tarantino), entre otras cosas, le dice: “Como sabés, soy bastante aficionado a los cómics. Especialmente a los de superhéroes. Encuentro fascinante toda la mitología que envuelve a los superhéroes. Elijamos a mi superhéroe favorito, Superman. No es un gran cómic. No está especialmente bien dibujado. Pero la mitología… la mitología no es solamente grandiosa, es única. Uno de los elementos principales de la mitología del superhéroe es que hay un superhéroe y hay un alter ego. Batman es en realidad Bruce Wayne, Spiderman es en realidad Peter Parker. Cuando ese personaje se levanta por la mañana, es Peter Parker. Tiene que ponerse un disfraz para convertirse en Spiderman. Y es ahí, en esa característica, donde Superman es único. Supermán no se convirtió en Superman. Superman nació Superman. Cuando Superman se levanta por la mañana, él es Superman. Su alter ego es Clark Kent. Su traje con la gran “S” roja es la manta que lo envolvía siendo un bebé cuando los Kent le encontraron. Ésa es su ropa. Lo que lleva Kent -las gafas, el traje de negocios- es el disfraz. Es el disfraz que Superman lleva para integrarse entre nosotros. Clark Kent es tal como Superman nos ve a nosotros. ¿Y cuáles son las características de Clark Kent? Es débil… es inseguro… es un cobarde. Clark Kent es la crítica de Superman a toda la raza humana.” Ya no hay mucho más que pueda dar, por lo menos parece ser que agoté todas las reservas, hoy quemé las naves, y ya no puedo volver. ¿Por la blanda arena que lame el mar mi pequeña huella no volverá? Y si he de volver, ya no me quedará otra que caminar hacia el mar; pero por las dudas, si llama él no le digas que estoy, dile que Alfonsina no vuelve …” (Alfonsina del Mar Sand, 43 años, Oficinista, Campos de Santa Fe, Argentina)

Un beso y una flor.
“Amanece y ya está con los ojos abiertos…” Parece que me quedé dormido “encima”, por suerte el gallo de Joao Pessoa me despiertó, y ya estoy con los ojos abiertos. En el patio techado del Santos no quedan ni los franceses ni el Tiquito, sobre mi pecho se desparraman las hojas que me dejó Marinita, y me vienen a la cabeza sus famous last words al despedirse: “Pelado, no seas pendejo, el fútbol hace mucho tiempo que dejó de ser un juego”.
Siento un cansancio de siglos, así que enviaré ese manuscrito de Marina del Carmen en bruto (¿tal vez nunca mejor dicho?), y como dijo un caradura presidente casi de facto “Que sea lo que dios quiera”. Es hora de que me tome unas merecidas vacaciones. ¡Venga Don Obón!, vayámonos caminando hacia aquella casa blanca por ese caminito entre la niebla y déjeme que le diga: “Este es el comienzo de una gran amistad”.
Amigos y enemigos lectores del mundo, al partir les dejo un beso y una flor (¿cómo la de Nejimaki?), un “te quiero”, una caricia y un adiós... Lo que nos es querido siempre queda atrás.
Me voy, pero seguro que mañana volveré.
¡Nos vemos cuando seamos delfines! (casi “Vanilla Sky”, ¿o “Abre los ojos”?, ¿o “Ubik”?).
Y, como dijo el viejito Don Plutarco en la peli “El violín”: “Se acabó la música”.
¡Farewell!
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Kaya Rastaman